¿Monarquía o república?

Esta pregunta, tan de actualidad en estos días, ya se la hicieron nuestros cánidos amigos Cipión y Berganza hace poco más de un año, en la edición de primavera 2013 de la revista El Ladrío, demostrando que la Asociación Cultural El coloquio de los perros hace honor a su nombre abriendo debates y propiciando intercambios de opiniones desde el respeto y con argumentos.
En aquella ocasión, Cipión defendió la república y Berganza, la monarquía. ¿Sus razones? Las puedes leer pinchando en los enlaces. Mientras tanto, te dejamos un extracto de cada texto.
Cierto es que nada nos garantiza que un Presidente de la República sea una persona ejemplar, modelo de rectitud moral para el resto de sus conciudadanos, alejado de trapicheos y corruptelas extrañas. Pero tampoco tenemos esa garantía con un monarca, y a éste, a diferencia de al primero, lo tendremos que aguantar toda la vida. A un Presidente de la República no nos lo impone ninguna línea sucesoria, lo elegimos democráticamente. Por el mismo motivo, cuando deja de parecernos adecuado, lo quitamos de su cargo y lo sustituimos; eso si la misma legislación no le impide presentarse a la reelección un número indefinido de veces.
Las grandes ventajas de la Monarquía frente a otras formas de gobierno son su estabilidad, continuidad y que proporciona cohesión nacional. La figura del Jefe de Estado no depende de la política de partidos, sino que queda al margen de la lucha parlamentaria y ejerce un poder moderador del sistema institucional. La figura del Rey da también continuidad y permanencia por encima de los cambios y renovación lógica de las instituciones. Por este motivo, la Monarquía aporta cohesión nacional por mucho que se cambie el sistema, por ejemplo, en España la figura del Rey está por encima de todos: el desarrollo autonómico, de las pugnas parlamentarias, los cambios de gobierno o las tensiones entre poderes.

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