Desde hace unos años, raro es el montillano que no ha visto por las calles de su ciudad un personaje carismático, entrañable y querido llamado Manolo con su inseparable burra Pepi. Una persona, Manuel Raya Luque, que a sus 72 años y con el tiempo que le deja su jubilación, tiene como entretenimiento pasear a su burra por las calles de Montilla, con sus paradas correspondientes en los establecimientos que ellos desean.
Hace ya muchos años, en todas las ciudades y aun más en los pueblos, era muy usual el paso de animales de carga como mulos y borricos por las calles de los pueblos. Eran indispensables sobre todo para las faenas agrícolas y de transporte antes de que la explosión de los motores y el progreso las fueran arrinconando en un lugar de la memoria.
Las bestias – sin sentido peyorativo – eran las dueñas de las calles con su paso lento y rítmico. Eran tiradas por sus dueños o subidos éstos sobre ellas. Las fotos antiguas y nostálgicas dan fe de ese paisaje en sepia. Las nuevas generaciones, para ver estos animales tienen que recurrir a estas fotos y a las preguntas correspondientes para saber algo más de ellos, tan nobles y bondadosos que son y han sido para el trabajo.
Manuel Raya, con el cariño que le profesa a su burra o borriquilla Pepi, se dedica en su tiempo libre a pasearse y pasear a Pepi por las calles de Montilla.
La borriquilla Pepi tiene ya sus trece años. Se encuentra en su mayora de edad, pero aún es muy joven, ya que la edad media de estos animales es de treinta años. Con Manolo lleva dos años. Se la compró a un primo y, aunque joven, podemos decir que Pepi esta también jubilada, ya está exonerada de los trabajos típicos que antes desarrollaba y ahora con Manolo se dedica a dar paseos de placer como vagabundos sin destino fijado.
La burra Pepi desciende de la raza de borriquillos africanos tan extendida en estas latitudes. Posee un carácter parsimonioso y una tranquilidad de sabio. Su color es de pardo raya. Con sus paseos han conseguido que en la mente de muchas personas se convierta en un personaje y “personajilla” típicos de nuestra ciudad. Si llegan a un bar o a una taberna, Manolo entra para conversar con los parroquianos de turno y beberse alguna que otra copa mientras que Pepi, en la puerta, tan leal y fiel como un perro abandonado, lo espera que termine su copa y su conversación. A todos nos impresiona verlos por las calles de nuestra ciudad junto a sus vecinos antagónicos de prisas, motores y ruidos.
Pero si a las personas mayores nos impresiona, es a los niños a los que esta imagen de la borriquilla y su dueño los paraliza y maravilla. Con su gracejo y cordialidad, Manolo consigue que los niños grandes y pequeños se suban sobre la borriquilla Pepi. Es en los parques que la ciudad tiene donde Manolo, de una manera desinteresada y alegre, sube a los niños – uno, dos, tres – sobre el lomo de Pepi. Para ella, tan acostumbrada a cargas mas pesadas, esta carga es como transportar algodón infantil. ¡Qué mejor premio y carga para un animal de estas características!
En las tres últimas Fiestas de la Vendimia, Pepi y Manolo no han faltado en el cortejo de la procesión de la Virgen de las Viñas. Pepi, ataviada y guapa para la ocasión, ha llevado a muchos niños sobre su grupa. Caras alegres, de asombro y algunas, las más pequeñas, con algo de miedo, han servido para que miles de teléfonos-cámaras trabajasen a destajo para inmortalizar ese momento que para algunos niños se quedará siempre guardado en un rincón de su memoria.
Pepi, nombre tan popular y a la vez tan original para una borriquilla, fue así bautizada, según me dijo Manolo, porque él estudio en el colegio San José.
Me gustaría que estas dos “instituciones” montillanas permaneciesen durante mucho más tiempo en los parques, avenidas y calles de Montilla. Son muchos los niños que querrán subirse por primera vez sobre la bondadosa Pepi y otros repetir la experiencia. Pepi, la platera montillana, siempre estará dispuesta a llevar su carga de algodón.
Si por alguna circunstancia, en un Domingo de Ramos, a la borriquita de Jesús le sucediera algo, que no se preocupe Jesús, que siempre estará disponible Pepi, que tan acostumbrada está a llevar su carga de algodón infantil, no le importará en absoluto llevar sobre sus espaldas la carga celestial.
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