Una sitcom distinta, por Felipe Logroño


Que vivimos un mundo audiovisual dominado con mano de hierro por la series es algo que nadie duda. Hoy son dragones, zombis y viajes en el tiempo los motivos señeros en esta dictadura. Pero a finales de los 90 y principios de los 2000 esa cúspide era más discutida y las SITCOM eran cabeza de lista en las prioridades de los televidentes.

No descubro nada si comento que todas tienen la misma estructura desde la primera que triunfó. Siendo esta nada más que el devenir vital de un grupo de personas desde un punto de vista cómico y divertido. La más paradigmática por su éxito sería, sin duda, “Friends”. Poco puedo decir sobre ella que no se sepa.

Dentro de la competencia establecida para obtener su pequeña parcela televisiva, ninguna se salía de la regla básica. Que no era otra que buenas personas compartiendo sus vidas. Esto dejaba poco margen de maniobra y pocas opciones de triunfo. Y todo esto nos lleva a la protagonista de este artículo: “Dos hombres y medio”.

¿Y qué tiene de diferente esta serie sobre todas las otras? Los siete pecados capitales.

Su guion comenzó con los parámetros usuales. Un padre y su hijo buscan refugio temporal en la casa de su hermano rico por culpa de su divorcio. Los personajes principales son Alan, el divorciado depresivo, Charlie, un crápula mujeriego, y Jake, el pequeño en edad pero adulto en sensatez. A ellos les acompañan la madre de ambos, la ex de Alan, una vecina psicótica y una asistenta de vuelta de todo.

Empezó bien pero era más de lo mismo. Y aquí es cuando el jefe pregunto qué podían hacer para remontar. Entonces un guionista gritó “sujétame el cubata”. Temporada a temporada van extremando el carácter tóxico de los adultos. Sólo la corta edad de su tercer “prota” coartaba el desarrollo de los mismos. En cuanto el personaje entra en la pubertad se declara la barra libre.

Para ello, Alan hace gala de la avaricia, la lujuria, la ira y la envidia sin ninguna cortapisa; Charlie de la lujuria, con un consumo de alcohol absolutamente bochornoso (tanto que en sus últimas temporadas ya no interpretaba), e ira; Jack, de una gula y pereza sonrojantes. Y, para cerrar el círculo, Evelyn, la madre y abuela, de una soberbia absoluta.

Con estos mimbres, y muchísima inteligencia, fabricaron un cesto donde las bajezas morales crean situaciones absolutamente hilarantes cuando la razón nos empuja a la repulsa. Ellos no caen en el infierno, lo crean y mejoran con cada paso que dan. Y cuando la vida les da una oportunidad de redención no dudan en destruirla y volver a la casilla de salida, mientras el espectador no puede para de reír.

Tanto fue así que la “sitcom” acabó autodestruyéndose. La serie cambia de actor estrella al despedir a Charlie Sheen por su problemas con el alcohol en la temporada 9. Y el actor Angus T. Jones, Jake, la abandona al final de la temporada 10 al sentir incompatibles sus sentimientos religiosos con la catadura moral del resto de personajes.

“Dos hombres y medio” tiene por hilo conductor la bajeza y estupidez humana, consiguiendo arrancarnos una carcajada tras otra. Sin duda, una “sitcom” diferente.

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