No es sentado en una silla, por Miguel Cruz Gálvez


Veni, vidi, vinci! (Llegué, vi, vencí!)”, exclamó Julio César ante el Senado Romano y se quedó tan ancho, sacando pecho de su extraordinaria eficiencia tras una de sus abrumadoras victorias. Pero era esto más un ejercicio de autoafirmación ante sus rivales políticos que el fiel reflejo del modus operandi habitual del cónsul romano. Lo de llegar y besar el santo como norma no es algo que pueda asumir como propio y natural ni el más capacitado de los humanos, no es nada realista. Es tan improbable como pensar que vas coger el arco y la flecha y vas a dar al centro de la diana en el primer intento de tu vida, sin haber sentido nunca antes la tensión de la cuerda, el tacto del proyectil ni haber observado antes su vuelo.

Veni, vidi, vinci”, y yo me quito el sombrero ante un personaje como este, declarándole mi admiración. Pero no por su solvencia sino porque detrás de este mensaje de puro marketing antiguo, hay una vida de dedicación, trabajo y planificación, hasta conseguir que fuera y pareciera la suya, una historia de épica. No fue fruto de un rato, ni de cualquier pequeño esfuerzo o espacio de tiempo, fue consecuencia del talento y sobre todo, de una vasta experiencia. Teniendo claro, en todo caso, que la experiencia no es el simple paso del tiempo, sino hacer, vivir, exponerse activamente a las circunstancias que afectan a nuestras vidas a lo largo de nuestro devenir. Afrontar el miedo, lanzarse al barro, y pelear. Remangarse para cocinar el porvenir sin saber ni siquiera con qué ni cómo vamos a tener que hacerlo.

Se suele decir que “a las personas de éxito, la suerte los encuentra siempre trabajando”. Muy probablemente sea así. La gente de éxito siempre está en movimiento, experimentando, involucrada en el desarrollo de aquello que es su pasión, o sencillamente involucrada en algo, cuando no tienen claro qué desempeño es para el que están destinados a vivir, pero siempre están en acción. Y así entienden que deben estar, porque tienen claro que las cosas buenas no te suceden sentado en una silla. La silla toca al final, cuando has VIVIDO y cuentas tu historia para que los demás aprendan de tu ella.

Esto me lo hizo ver, una vez más, la misma persona que tanto me inspira en la vida por todos sus valores, pero especialmente por su sencillez y practicidad.

El hecho de que Forrest fuera una persona sencilla le ayudó mucho cuando se trataba de buscar el camino correcto, seguramente porque no pensaba demasiado las cosas y actuaba guiado por esa voz interior de incierta procedencia que tenemos los humanos, a la que debiéramos escuchar mucho más de lo que solemos hacer. Y eso es algo realmente interesante, quizás lo más inteligente que se pueda hacer en la vida: usar el intelecto en modo básico, sin complicaciones que impliquen pérdidas de tiempo, energía y oportunidades.

Y así lo entendió él, en un momento en el que la vida le dio de lado y lo dejó sin nada. Pensó apenas unos segundos para darse cuenta de que sentado en una silla no cambiaría su situación en nada, decidió hacer algo y empezó a correr. Corrió y corrió a lo largo y ancho de todo su país, y el movimiento le hizo captar la atención de la gente en continuas ocasiones. Y en una de esas, alguien se le unió porque pensó que era buena idea dar una carrera y romper también su apatía. Como aquel, uno tras otro, se fueron uniendo curiosos, inquietos, solidarios, “amigos del rebaño”… Y llegó un momento en el cual fue tal la legión que lo siguió que el país entero se hizo eco de aquel curioso fenómeno, para que finalmente algo tan sencillo y eficaz como el carisma, junto a la excelente capacidad física de Forrest, le abrieran la puerta a su nueva vida, estrella del fútbol americano. Teniendo así de nuevo una excelente ocupación y motivación en la vida.

Deja la silla, levántate y pon pie en la calle. Pasea, habla con gente, estudia, cultiva tu cuerpo junto a otros, trabaja en lo que se pueda. Involúcrate en la lucha social, medita en grupo, cuida tu entorno…tantas y tantas cosas que te hacen estar en el meollo de la vida, donde surgen las oportunidades, donde palpan tu persona y sienten quién eres, lo que puedes ofrecer o lo que necesitas. Nadie podrá concretarte con certeza por dónde encontrarás tu camino, pero lo que sí es seguro es que NO ES SENTADO EN UNA SILLA.

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