Malas palabras, por Ofelia Ara Rouse


Siglo XVI. Año de 1562. Teresa de Cepeda y Ahumada, conocida más tarde como Teresa de Jesús o de Ávila, se halla en casa de una doña o aristócrata que ha enviudado hace poco y debe ofrecerle consuelo, a instancias de su superior. Aquí tendrá tiempo de pensar y, sobre todo, de escribir, pues se ve obligada a redactar una confesión o relato sobre su vida para que la Inquisición deje de perseguirla y para que nadie piense que está a favor de ninguna reforma. A la vez que redacta su confesión, escribe un diario íntimo, dirigido al mismo confesor, pero del que sabe que no verá la luz pues nunca se lo enviará. Este diario tendrá recuerdos de su infancia, juventud, de su amor a Dios y también del amor terrenal.

“La Inquisición, si quiere, me procesará por el hecho de ser una mujer y escribir sobre Dios, y ni eso: por ser una mujer y escribir, por ser una mujer y leer. Por ser una mujer y hablar.... Una se cansa de que quieran quemarla..., pero de lo que no se cansa una es de pensar el mundo, de contárselo y de intentar no ser tonta.”

Estas frases son las que vertebran todo el libro, las que expresan la idea que se va repitiendo, la rabia de estar educada para el sometimiento al hombre y no aceptarlo, ella que por definición tiene una labor una de cuyas premisas es la obediencia, pero una obediencia elegida como ser pensante e independiente y no como impuesta a su sexo por nacimiento. Teresa se opone desde niña a aquello que le parece un error o una injusticia: escribe una divertida carta a su madre porque desea cambiar el nombre y tener nombre de santa, carta que es respondida con otra no menos jocosa y respetuosa. Siendo joven renuncia al amor de su primo, no quiere dejar de leer ni de aprender y no se fía de las buenas palabras de éste, que promete libertad y autonomía. El ejemplo de su madre está presente, un modelo terrible de mujer muerta por los rigores del matrimonio. Teresa siente asco ante el destino de su madre y su papel como instrumento de un padre que es el converso que desea ser más cristiano que todos y por eso somete a su madre, de sangre pura, a continuos embarazos donde nada tiene que ver el deseo sexual. A cambio de esa entrega física, doña Beatriz/Beatroz, madre de Teresa, hace valer su sangre limpia para conseguir libros y una “habitación propia”, un claro guiño al lector actual sabedor de esa idea de Woolf, pero con un resultado fatal.

No se llame a engaño el posible lector por mis palabras siempre parciales y tendentes al feminismo, gracias a la libertad de opinión y elección de esta revista. Hay mucho más que eso. Este es un libro completo, muy divertido, inteligente y asombrosamente creíble pese a ser ficción. Cristina Morales recibió el encargo de la editorial Lumen de escribir sobre Santa Teresa en el quinto centenario de su nacimiento. En 2015 publicó “Malas palabras”, que después se publicaría como “Introducción a Teresa de Jesús”, en Anagrama, cuyos dos prólogos merecen por sí solos la lectura. La Teresa de Cristina no deja de ser las memorias de una mujer culta y con garra. Al fin y al cabo, así la conocemos todos, ¿o no?

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