A salto de mata, en este tiempo estival, me estoy leyendo el libro “El mundo de ayer” (1941), de Stefan Zweig, ese escritor austríaco, judío y tan europeo que terminó suicidándose junto a su mujer tras un largo y penoso exilio en un lejano rincón de Sudamérica, desesperado por el auge del bando nacionalsocialista durante la primera parte de la Segunda Guerra Mundial y viendo cómo el mundo en el que creía se desmoronaba. Y en esas memorias tan interesantes, Zweig me ha abierto los ojos sobre el hecho y el sentido de leer en estos tiempos tan convulsos y cambiantes del mundo de hoy.
Sin falsa modestia, puedo decir que llevo leyendo libros de manera casi continua desde mis años escolares, cuando una maestra ya fallecida y de la que tengo muy buen recuerdo me animó e impulsó definitivamente hacia la lectura. En casa, y gracias a mis padres, ojeaba los muchos libros que allí había y así la lectura pasó de ser obligación a devoción. Pero, haciendo honor a la realidad, ¿cuántos libros he empezado y no he terminado? Muchos. ¿Cuántos libros he devuelto a las bibliotecas públicas sin que los terminara de leer? Exactamente, son muchos. Y, ¿cuántos libros sigo hoy comprando y aún no me he leído? Pues eso, muchos. Entonces, ¿por qué sigo comprando y leyendo libros? Contestaré a esto al final. Por ahora, diré que es un hecho incontestable que hay un claro contraste entre la lectura, un acto individual que requiere de tiempo, dinero y constancia, y en sí mismo es algo lento, progresivo y pausado, y el mundo de hoy, donde la rapidez y la inmediatez se imponen como norma.
A pesar de todo lo dicho, algunos pensarán que es absurdo y casi estúpido acumular libros por el espacio físico que ocupan, dado que la actual y acelerada tecnificación permite leer todo lo escrito desde Homero hasta el último premio de la editorial Planeta conectado a Internet a través de cómodos dispositivos electrónicos. En mi defensa diré que hasta hace unos años no he conseguido una cierta estabilidad laboral y económica, y quizás la anterior etapa de escasez y penurias ha forzado en mí una necesidad burguesa de coleccionista, acumulando casi compulsivamente cosas materiales, como los libros, sean éstos nuevos o de segunda mano. Si en el futuro me viera en un hipotético aprieto financiero, podré venderlos. Y si eso no ocurriera, al menos con la lectura de los muchos libros que tengo y que aún me quedan por leer, llenaré mis días de vacaciones y de jubilado. Puede decirse que he invertido parte de mi dinero en mi ocio futuro a plazo fijo con libros, gafas y estanterías.
Volviendo a los dispositivos electrónicos, los magnates empresariales de las grandes corporaciones tecnológicas se han enriquecido gracias a nuestra comodidad, a nuestra necesidad de permanente conexión y de actualización en las redes sociales, contando casi al minuto todo lo que hacemos o pensamos. Y así, esos gurús dueños del ciberespacio que en California tienen sus cuarteles generales, se han enriquecido en un lapso de poco más de veinte años vendiendo toda la información y privacidad que nosotros regalamos tan alegremente y que tanto interesa a otros para vendernos cualquier mercancía. Visto así, el hecho de leer un libro impreso en tu casa puede ser un acto heroico y de rebeldía casi revolucionaria, una terquedad romántica y de ermitaño autocomplaciente que prefiere acumular y leer libros reales a ser esclavo de las pantallas donde exponerse compulsivamente en directo y a diario.
La lectura es un ejercicio de introspección que fomenta la imaginación, la reflexión, el espíritu crítico y el librepensamiento. Yo he tomado partido y prefiero así homenajear a Gutenberg que a Zuckerberg. Mi prurito intelectual me obliga hacer las cosas bien, como tiene que ser. Ejercitar la mente y elevarse frente a la mediocridad imperante pero sin creerse mejor, eso es leer en el mundo de hoy.
Comentarios
hojas de tantos libros,en ellos vivimos y contemplamos el inexorable devenir de la Historia,han moldeado nuestro pensamiento,pero de un modo ameno,sin obligarnos a ser sus acólitos,ni a creer sin fisuras en todo lo que transmiten,los libros son aliados en momentos de dudas,son pequeñas velas para iluminar las incertidumbres que como toscas piedras aparecen en el camino para hacernos caer,algunos escritores los han "criado" como hijos propios porque han reflejado en ellos toda sabiduría y conocimiento aprendidos en años de vivencias y curiosidades por el entorno humano y social que les tocó vivir,siempre me resultó trágico el sufrimiento de Vasili Grossman con su novela Vida y Destino,la cual no vio publicada en vida por la censura del totalitarismo comunista,en ella narró con una clarividencia asombrosa la naturaleza humana en la tragedia bélica más cruel de la Historia,sus testimonios tienen una profundidad que conmueve el alma y el espíritu de quien lo lee,por tantos libros como ése vale la pena sentirse disidente en épocas de mediocridad,oscuridad,y adocenamiento,ser libre entre sus páginas es un ejemplo consecuente de responsabilidad y cultura para toda persona que ponga como valor universal la dedicación y entrega de tantos maestros de la pluma,sin los cuales nuestra existencia se torna gris y carente de auténticos valores para avanzar como seres humanos,y no como simples esclavos intelectuales y potenciales consumidores.