Donde dije digo, por Paco Espejo


Hay un pequeño corto de 12 minutos, dirigido por el cineasta hispano-cubano Néstor Almendros, que contaba la historia de cómo los cubanos iban a la playa Girón, que sería famosa por el fiasco de la bahía de Cochinos que sucedería después. En esta pequeña pieza se ven a varias familias de negros, mulatos y blancos pobres disfrutando de un domingo al borde del mar. Aparecen tumbados en la arena y dándose baños mientras los niños juegan. Una escena de lo más bucólica donde no hay ninguna proclama política. Pero este archivo audiovisual constituye en sí un manifiesto de lo que supuso la revolución: la nacionalización de los recursos naturales (las playas en este caso) que permitió el acceso de los más desfavorecidos a un lugar que hasta entonces era privativo de los privilegiados.

La revolución ocasionó un profundo cambio en la política en Latinoamérica y las relaciones de los EEUU con sus vecinos del sur. En 1959, justo tras el triunfo de los guerrilleros de la Sierra Maestra y la huida de Batista, Fidel Castro es invitado por la Asociación de Prensa Americana (APA) a dar un discurso en Princeton. En su discurso publicitó su revolución, la cual según sus palabras había roto mitos al igual que la americana en 1776. Es más, se declaraba heredero de esta última, incorporándose ideológicamente en el humanismo democrático americano, ya que la cubana al igual que la de los EEUU partían del pueblo y eran pacíficas, a diferencia de la rusa o francesa, que fueron lideradas por unas minorías y seguidas de periodos de matanzas indiscriminadas.

Fidel prometió que se instauraría la democracia, pero antes era necesaria una reforma agraria para mejorar el nivel de vida de la población, además de construir hospitales y colegios. De acuerdo a sus afirmaciones un pueblo hambriento no podía ser democrático y para ello pidió ayuda a los EEUU. 

Si ahora pasamos a 1962 vemos que este mismo Fidel que pide ayuda a los EEUU para llevar la democracia a Cuba de acuerdo a los principios liberales, está a punto de causar una guerra nuclear por su acuerdo con la URSS para instalar cabezas nucleares en la isla que amenacen al vecino del norte. Si tienen curiosidad por conocer cómo la promesa de democracia se diluyó y qué papel jugaron en esto los movimientos de izquierdas neoyorquinos, les recomiendo leer Traductores de la Utopía, de Rafael Rojas.

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