Curemos a la prensa enferma de COVID, por Leonor Rodríguez "La Camacha"


Será porque las restricciones que nos receta esta pandemia van pesando cada día más, será porque el hartazgo ante esta situación lamentable cunde como la tinta de un bolígrafo roto. La verdad es que, a estas alturas de covid-19, en la tele o en tu móvil aparece una noticia sobre la dichosita enfermedad y piensas si realmente vale la pena seguir viendo o leyendo la información.

Incurrimos, hace tiempo, en una sobreinformación exagerada. Es absurdo negar que esta crisis sanitaria es la noticia del año, y posiblemente la del próximo también, pero la incesante búsqueda del titular más efectista y los intentos permanentes por atraer la atención del público, acaban cansando al más pintado.

Decía Máxim Huertas, parafraseando a El peregrino secreto, “téngame informado, pero no muy informado”. Ocurrió en primavera, durante la primera ola de la enfermedad, la actualización al minuto de los nuevos casos de contagios, el número de personas fallecidas y el resto de las estadísticas covid, se tradujo en una ansiedad generalizada que agrandaba aún más la bola que teníamos por delante.

En estas segunda y tercera oleadas, el panorama es similar. Deprimente. La avaricia por obtener audiencia deriva, con honrosas excepciones, en un periodismo sensacionalista, en un alarmismo de titular, difícilmente de ingerir después de meses de pandemia. Y claro, con esta delirante forma de hacer prensa, corremos el riesgo de que las audiencias, es decir, la población, se desenganchen de la actualidad informativa hasta el punto de que cuando más necesitamos que estén pendientes de las novedades normativas, más sordas se conviertan.

Hay periódicos y panfletos digitales que se pasan toda la mañana actualizando la página oficial de la Junta de Andalucía (en otros lugares serán las de otros organismos) para ser los primeros en dar las cifras de contagios, muertos y curados del día. Y como algo hay que escribir para no parecer lo de ayer, cada día recurren a una hipérbole más desmesurada que la anterior.

Sin embargo, para cuando quieran darse cuenta, nadie les escuchará. Nadie les leerá. Y tendremos a la gente en la calle hasta el flequillo de angustias innecesarias, confundida con lo que se puede y no se puede hacer, sin recibir las comunicaciones oficiales de los gobiernos porque llevan tiempo con la tele puesta en modo Neflix y con el móvil en modo Facebook y ya no atienden a nada. Y hasta los memes sobre covid, (casi) siempre graciosos, se tornan molestos e impertinentes.

Ténganos informados, pero no muy informados. Y, sobre todo, sean sensatos a la hora de tratar y administrar la información. Cambien cada noticia absurda e innecesaria de la covid por otra noticia sobre el último libro publicado. Escriban más sobre las alternativas que a diario surgen para superar las desastrosas consecuencias de la contaminación del aire –90.000 muertes en España al año nos cuesta este problema—, informen más sobre los deportes antimillonarios, hagan reportajes culturales, entrevisten a personas interesantes y no a personalidades, investiguen las buenas ideas que brotan de la gente sencilla… 

Practiquen, en definitiva, otro periodismo. Demuestren teclear sus PC con inteligencia. Y ayuden a hacer esta vida un poquito más llevadera.

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