La frase del día, por Miguel Cruz Gálvez


Contadas son las ocasiones en las que una búsqueda no acaba en resultado. Antes o después, dependiendo de la habilidad, de la complejidad del asunto e incluso, en gran parte, de la casualidad, se encuentra lo que se persigue.
Desde que iniciamos el día hasta que lo damos por concluido y desde que nacemos hasta que morimos, todos estamos en ese proceso en el que demandamos desde lo más básico a lo más complejo, desde lo imprescindible a lo más superfluo. Al final, la búsqueda no es ni más ni menos que un rasgo fundamental de estar vivo y dependiendo de qué buscamos, demostramos lo que necesitamos, dando a entender cómo somos o cómo nos encontramos.
Si hiciéramos un chequeo sobre este proceso de búsqueda en todos los individuos de nuestra especie, el resultado arrojaría una clara tendencia (superada la satisfacción de las necesidades básicas) hacia la búsqueda de sentido vital o equilibrio emocional.
Esa conclusión sobre la búsqueda es una clara demostración de que la vida no es ni mucho menos sencilla y que en todo momento necesitamos una mano amiga, un manual de usuario o una referencia. Es prueba clara de la necesidad humana de encontrar consuelo y rumbo ante el frenético devenir de nuestra existencia en estos tiempos que corren.
Pero igualmente, como decíamos, para casi todo hay respuesta, y para estas dolencias también la encontramos. Existen herramientas de toda clase, “píldoras” de todo tipo que nos pueden restablecer y ayudar a seguir adelante: un buen consejo, un momento de meditación, un libro, un ejemplo de vida o incluso, tan sencillamente, esa tan recurrente frase del día. Todos estos son absolutamente eficaces y nos llevan, en momentos de incertidumbre o dificultad, a poner los pies sobre la tierra, a situarnos de nuevo en la senda.
Cada día, instante a instante, en cada disyuntiva emocional, siempre podemos encontrar de nuevo el camino. Tan perdido está el mundo como experimentado y sabio es, y así la luz y el rumbo son fáciles de encontrar. Por tanto, si no encuentras la salida es porque no la buscas o te quedas en el principio, te quedas solamente en algo tan básico como podría ser la frase del día.
Qué gran momento, abrir el dispositivo, encontrarla y leerla. De ti, de mí, de ella o de él…Ahí luce, en los muros de la tecnología, irresistible y de fascinante estética. Motivadora, emocionante y consoladora, apósito para las heridas de guerra, un par de versos que son ventana al mar, que nos relajan y nos refrescan.
Pero la teoría es baldía si no se aplica, no es resolutiva per sé. Así, pasmarotes, tras leer, tras emocionarnos, tras alcanzar la inspiración, vemos que nuestra vida no cambia nada. Ni por el libro, ni por el consejo, ni por la frase del día…
Muchos devoramos montones de libros, nos agarramos teorías con las que cambiar el mundo, pero al final, como siempre, todo queda en nada...porque nada hago, nada haces, nada hacemos.
Decía Hermann Hesse (crudo pero muy lúcido premio Nobel alemán del XX) que los libros no sirven de nada si no se ponen en práctica. Así podemos decir igual con todo, si de la prosa no pasamos al hecho todo queda en barbecho.
Igual decía aquella canción italiana: ”parole, parole, parole, soltanto parole”. Palabras y más palabras, solamente palabras hasta atragantar al más pintado. Y sin embargo, ni un solo paso... no movemos ni un dedo, nunca acabamos afrontando, enfrentando o sudando para dar solución. La vida está en nuestras manos y es una gran suerte, pero no lo entendemos, siempre esperamos que llueva el maná del cielo…
¿Pereza, miedo, falta de fe…? No sé, una vez más estoy por sacudirte sin parar hasta que espabiles... sabes dónde está la puerta, pero no vas y la abres.
Cada día salimos a la calle, con el pellizco metido en el cuerpo, con la inquietud de que la vida tendría que ser de otra manera, soñando y confiando que todo se pondrá en su sitio, pero sin mover un solo dedo, por eso luego no cambia…
De todos modos, en la derrota también tenemos aliados, comunes son todas las dolencias, y como a todo el mundo le pasa igual, a la mayoría nos vale esa anestesia social.
Y si no, si nada cambia, si no tengo otro consuelo, mañana cuando despierte, cuanto menos tendré… la frase del día.

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