Viaje con nosotros: Assen, por José Alfonso Rueda


No es el norte de Holanda el primer lugar que a uno se le viene a la cabeza cuando piensa en realizar un viaje. Y si añadimos, por concretar más, que el destino es la provincia de Drenthe, lo más probable es que nos venga a la memoria aquel jugador del Real Madrid más recordado por su peinado que por sus dudosas dotes futbolísticas.
Pregunta de Trivial Premium. ¿Alguien sabe cuál es la capital de Drenthe? Es sencillo de responder, viene en la Wikipedia. Se trata de una ciudad de unos 70 mil habitantes llamada Assen. Y puede que ahora sí empiece a sonarles el nombre, en especial si son aficionados a los deportes del motor. Allí se encuentra el TT Circuit, la catedral del motociclismo, donde desde hace más de sesenta años se viene celebrando el Gran Premio de los Países Bajos.
Aunque uno tiene una culturilla general y conocía sobradamente este dato, las motos me llaman bastante poco la atención. Soy más de visitas culturales, gastronómicas y enológico-cerveceras, y Assen destaca poco en cualquiera de esos aspectos. ¿Qué endemoniada conjugación de astros podría llevarme, pues, hasta ese perdido rincón del mundo?
Simplemente, que es la tranquila y anodina capital de una tranquila y anodina provincia del tranquilo y anodino norte de los Países Bajos. El lugar perfecto para estudiar el sistema educativo holandés y tomar nota de aspectos que, pese a las diferencias de recursos y presupuestos, se puedan trasladar a mi cotidiano quehacer laboral.
Entusiasmado por esta perspectiva, llegué a Assen en el tren que me llevaba desde Ámsterdam. Al contrario que en la capital holandesa, los turistas brillan por su ausencia, los escasos canales tienen una función de vía de transporte de mercancías nada ornamental y la inmensa mayoría de edificios son modernos, nada llamativos y con escasas décadas de antigüedad. Tan solo destaca el antiguo monasterio en el que se ubica el Museo Provincial, y en torno al cual se fue desarrollando la ciudad desde su fundación en el siglo XIII.
Verde, mucho verde, kilómetros de carriles bici y miles de ciclistas, como en todo el país. Sin embargo, a diferencia de las cosmopolitas Ámsterdam o Rotterdam, de la industrial Eindhoven, de la histórica y turística Utrecht o de la administrativa La Haya, en Assen encontramos la Holanda profunda, interior y más rural, más gris y aburrida pero más tranquila y culta. Un retrato más real de una cultura y una sociedad, menos adulterada por las hordas de turistas, políticos o ejecutivos. Un lugar donde disfrutar, por ejemplo, de los quesos o chocolates típicos a unos precios no abusivos, donde conocer bares, pubs y cervezas con sello autóctono, sin franquicia internacional.
Una zona de Holanda, además, que no se puede entender sin sus espacios naturales, abundantes, respetados y conservados, salpicados de pequeños y pintorescos pueblos que no se deben dejar de recorrer en bicicleta a través de esos carriles bici interminablemente llanos que lo abarcan todo como vasos sanguíneos. Un placer necesario y obligado.
Otra visita precisa en una provincia que tan intensamente sigue manteniendo la esencia holandesa como Drenthe es alguno de los numerosos molinos que aún siguen existiendo, muchos de ellos convertidos en museos, sin las aglomeraciones turísticas de otros similares en otras regiones del país, y que tan bien sirven para entender la historia y la idiosincrasia de los Países Bajos, su lucha contra el mar y la visión comercial y mercantil que desde hace siglos ha caracterizado a sus habitantes.
Como colofón a este vistazo sobre Assen y su entorno, una recomendación: hacer los 15 minutos de tren hasta la cercana Groningen. Histórica y monumental ciudad universitaria con un asombroso ambiente, más propio de latitudes mediterráneas.

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