Creo que la clave para que un poema nos guste es simplemente que nos llegue. Al leerlo tiene que trasmitirnos sentimientos, ya sea porque levante pasiones o porque nos las recuerde. Por ejemplo, La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre puede ser uno de esos libros que haga aflorar las emociones, y las reflexiones. Sin duda, puede que sea uno de mis poemarios preferidos, en conjunto, con versos como “La realidad que vive/ en el fondo de un beso dormido, /donde las mariposas no se atreven a volar /por no mover el aire tan quieto como el amor.”
Los poetas actuales han cambiado mucho, son más interactivos, cotidianos y realistas; pero en definitiva el lector sigue buscando lo mismo, que lo que lea le remueva por dentro. Leer unas cuantas líneas que nos hagan recapacitar y sentir, ya sea belleza o ira. Porque sí, todo no son poemas de amor, y menos hoy en día cuando el romanticismo está en decadencia, o por lo menos esa es mi opinión personal.
Muchos pensarán que una vez terminado el bachillerato terminó la poesía, ganando por goleada la prosa, pero creo que al menos una vez al año hay que dedicar unos días a acercarse a unos versos, sentirlos, leerlos y releerlos. Y para ello podemos leer a cualquier autor, novel, clásico o alternativo.
Quiero recomendar a quien hojee estas páginas, que le eche un vistazo a la obra póstuma de Nacho Montoto, La orquesta revolucionaria. Para quien esté al tanto de esta asociación o del panorama actual de la poesía, sabrá quién era Nacho. Poeta y promotor cultural, con una capacidad meteórica para publicar absolutamente sorprendente, dejando obras como Mi memoria es un tobogán/ Espacios sostenibles, Tras la luz, La cuerda rota, Aquí no hay nadie, Binarios y Diario del fin del mundo. Fue, además, director del Festival Cosmopoética en 2016. Y también miembro de nuestra familia coloquial, aquella a la que yo tanto quiero y con la que tanto comparto. Hace algo más de un año que nos abandonó. Su muerte, aún más dramática por su juventud, dejó cercenada una trayectoria profesional que estaba al alza y de la que aún quedaba mucho por descubrir; pero no lo hizo sin dejarnos algo nuevo.
La orquesta revolucionaria, junto con toda la obra de Montoto, no puede dejarnos indiferentes. Me tomo todas las libertades literarias habidas y por haber, y me disculpo de antemano, pero quiero hacer un juego de palabras con los títulos de los poemas de la obra, porque unidos, o así opino yo, siguen siendo un acorde más de esta orquesta revolucionaria.
“En el presente hay barrotes y estrellas, que mano a mano extienden las noticias bajo la sombra del cuervo, ¿hasta dónde volarán nuestros pájaros? Hasta la Nada. La nutria de los días tiene los labios secos y ojos de humo, es la pregunta celeste, Umbría, sin destello, la única esperanza.
La orquesta revolucionaria, a duermevela, es cuestión de tiempo que llegue a la poda. Hay amor, es cuestión de confianza, la contemplación del vosotros y del nosotros, ¿de qué hablamos cuando hablamos de futuro? De la duración de lo bello, que termina en el hogar.”
Y para terminar estas líneas, una de sus últimas interacciones “Estamos vivos porque nos duele el corazón”.
Los poetas actuales han cambiado mucho, son más interactivos, cotidianos y realistas; pero en definitiva el lector sigue buscando lo mismo, que lo que lea le remueva por dentro. Leer unas cuantas líneas que nos hagan recapacitar y sentir, ya sea belleza o ira. Porque sí, todo no son poemas de amor, y menos hoy en día cuando el romanticismo está en decadencia, o por lo menos esa es mi opinión personal.
Muchos pensarán que una vez terminado el bachillerato terminó la poesía, ganando por goleada la prosa, pero creo que al menos una vez al año hay que dedicar unos días a acercarse a unos versos, sentirlos, leerlos y releerlos. Y para ello podemos leer a cualquier autor, novel, clásico o alternativo.
Quiero recomendar a quien hojee estas páginas, que le eche un vistazo a la obra póstuma de Nacho Montoto, La orquesta revolucionaria. Para quien esté al tanto de esta asociación o del panorama actual de la poesía, sabrá quién era Nacho. Poeta y promotor cultural, con una capacidad meteórica para publicar absolutamente sorprendente, dejando obras como Mi memoria es un tobogán/ Espacios sostenibles, Tras la luz, La cuerda rota, Aquí no hay nadie, Binarios y Diario del fin del mundo. Fue, además, director del Festival Cosmopoética en 2016. Y también miembro de nuestra familia coloquial, aquella a la que yo tanto quiero y con la que tanto comparto. Hace algo más de un año que nos abandonó. Su muerte, aún más dramática por su juventud, dejó cercenada una trayectoria profesional que estaba al alza y de la que aún quedaba mucho por descubrir; pero no lo hizo sin dejarnos algo nuevo.
La orquesta revolucionaria, junto con toda la obra de Montoto, no puede dejarnos indiferentes. Me tomo todas las libertades literarias habidas y por haber, y me disculpo de antemano, pero quiero hacer un juego de palabras con los títulos de los poemas de la obra, porque unidos, o así opino yo, siguen siendo un acorde más de esta orquesta revolucionaria.
“En el presente hay barrotes y estrellas, que mano a mano extienden las noticias bajo la sombra del cuervo, ¿hasta dónde volarán nuestros pájaros? Hasta la Nada. La nutria de los días tiene los labios secos y ojos de humo, es la pregunta celeste, Umbría, sin destello, la única esperanza.
La orquesta revolucionaria, a duermevela, es cuestión de tiempo que llegue a la poda. Hay amor, es cuestión de confianza, la contemplación del vosotros y del nosotros, ¿de qué hablamos cuando hablamos de futuro? De la duración de lo bello, que termina en el hogar.”
Y para terminar estas líneas, una de sus últimas interacciones “Estamos vivos porque nos duele el corazón”.
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