¿Película o libro? Opinión de Cipión

Querido Berganza, no quiero entrar en esas comparaciones tan burdas que en ocasiones se hacen entre cine y novela, sin más distinciones ni consideraciones. Y es que, antes de nada, lo primero que debemos tener claro es que hay libros malos y buenos, del mismo modo que existen películas malas y buenas.
Sería de necios tratar de comparar una pintura de Velázquez con un tema de reggaetón de moda en las discotecas; si la discusión versara entre ese mismo lienzo y alguna de las sinfonías de Beethoven, ya empezaríamos a tener chicha para elucubrar a favor de una u otra obra con un cierto fundamento.
Sin embargo, no dejaría de ser un divertimento mental, un brindis al sol, si no tenemos en cuenta la segunda consideración: la pintura y la música son expresiones artísticas muy diferentes. Compararlas sin más, sin ser conscientes de sus singularidades y especificidades, sería como tratar de escuchar el cuadro o de oler la sintonía.
Eso mismo, amigo mío, es lo que ocurre con un libro y una película (o una serie televisiva, tan abundantes actualmente). Aunque en ambos casos nos encontramos, principalmente, ante creaciones narrativas, los lenguajes de que se sirven tienen poco en común.
El libro, ya sea en papel o digital, se vale solamente de dos armas: la palabra escrita y la imaginación del lector. El buen hacer del autor al engarzar unas palabras con otras puede llegar a hacernos soñar, viajar, emocionarnos, sentir ira o deseo… Los personajes, los paisajes, los lugares se irán construyendo en nuestra mente al ritmo de los párrafos. Esas sensaciones, tan difíciles de encontrar en el mundo rutinario en el que solemos movernos a diario, se despiertan cada vez que abrimos las páginas de un libro y volvemos a su lectura. Un indescriptible placer que hace de una buena novela algo sublime. Una fortaleza en la que reside también su debilidad: un libro no puede llevarnos más allá de donde lo haga nuestra imaginación lectora. El cine, sí. ¿Sería capaz de imaginar el mar un lector que nunca lo hubiera visto antes?
Y es que una película es mucho más que la historia que les va ocurriendo a unos personajes; el lenguaje cinematográfico maneja un abanico más amplio de herramientas. Las interpretaciones de los actores, sus gestos, expresiones, matices y modulaciones de su voz, sus movimientos y miradas; los colores, los paisajes, los encuadres y enfoques, los movimientos de cámara, los cambios de plano, la fotografía; la recreación de lugares, decorados, vestuarios, seres y personajes, reales o ficticios; los acompañamientos musicales… Todo eso forma parte de una película. Y disfrutarla, al igual que ocurre con un libro, implica abstraerse de cuanto nos rodea, sentarnos frente a la pantalla y prestar atención a todo ello, no solo al hilo argumental.
Cuando todo este conglomerado artístico y técnico cae en manos de un buen equipo creativo, el resultado supera a nuestra imaginación y es capaz de trasladarnos a mundos que no existían en nuestra mente, de dotar a los personajes de matices físicos o psicológicos que jamás hubiéramos percibido por nosotros mismos, o de hacernos sentir emociones al son de una coreografía que mezcla lo mejor de la literatura, el teatro, la fotografía, la música o la danza en un cóctel de imagen y sonido.

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