La caverna mediática, por Andrés Núñez Ruz

El título de esta entrada quizás sea un término acuñado más para la vertiente deportiva que política, pero como a mí la polémica deportiva de un tiempo a esta parte me resbala bastante, lo llevo más al campo político.
Cavernario o tabernario, ambos términos se ajustan al nivel medio de los seudoperiodistas y tertulianos que ocupan un amplísimo y bien remunerado nicho dentro del ecosistema de la información no sólo en España. Y no digo yo que en las tabernas al calor del pedete lúcido, frase mítica de Juan Echanove, no se puedan tener conversaciones interesantes, pero las más de las veces el alcohol nos suelta la lengua y nos mostramos tal como somos, lo cual, en el caso de los tipos a los que me refiero, no les hace ningún favor.
Podría seguir hablando en términos generales pero precisamente esto es lo que lleva a acabar diciendo que todos son iguales, y por eso prefiero citar algunos ejemplos del tipo de periodistas/columnistas/cronistas que suplen con creces su falta de talento y ganas de trabajar con otras carencias como son la falta de escrúpulos y su ambición. Cuando cualquier afirmación sobre tal o cual personaje público no sea primero contrastada con el propio personaje protagonista de la noticia y tengamos al menos su desmentido, explicación o negativa a atendernos, es seguro que nos encontramos ante una difamación o un pésimo periodista. Pero ante cualquier suculento rumor, preguntar al protagonista que probablemente pueda desmontarlo y dejar nuestra noticia en ridículo y sin publicar, mucho mejor cerrar los ojos y tirarse al barro sacando  una espectacular y polémica cabecera de la que ya nos retractaremos con una nota  a pie de página si un juez al cabo de los años nos acaba condenando.
Empezaré con un ejemplo de caca, culo, pedo, pis; es decir, de llamar la atención recurriendo a la brocha gorda y encima poder vivir de ello. Seguro que ya os suena un tal Salvador Sostres. No vale la pena hablar de él sino de quien le paga y le ofrece una tribuna desde la que sus burdas provocaciones pueden llegar al gran público. Salvador Sostres, que ni siquiera llegó a acabar la carrera de periodismo, fue colaborador de Crónicas Marcianas y publicó en el diario catalán Avui una columna titulada “El español es de pobres”. Resulta curioso que después acabara trabajando para El mundo, Telemadrid y ABC, donde seguía publicando las mismas burradas pero de sentido diametralmente opuesto. De este personaje no espero nada, pero que lo contraten deja muy clara la catadura moral de esos medios. No hay una profesión con más intrusismo que la de periodista, creo yo.
El siguiente caso ya no se trata de un advenedizo metido a periodista, ahora nos encontramos ante todo un personaje que por lo menos acabó la carrera. Se trata de Hermann Tertsch. De él se podrían contar mil historias de crónicas escritas el día anterior a los hechos: acusar a Podemos de querer matar gente y a Max Pradera de querer matarlo a él mismo, pero destaco un caso especialmente hilarante. Hay que tener arte para que un día que te pegan una paliza y te echan de un bar por estar borracho y molestar a las clientas digas que tu agresión es causada por una polémica con el programa El Intermedio y su presentador el Gran Wyoming. Pero lo que ya es de traca, si no la conociéramos, es que Esperanza Aguirre apoye tu versión diciendo «en modo alguno se puede aceptar una actuación así porque un periodista discrepe de un determinado Gobierno». Al poco detuvieron a un empresario de la noche madrileña, nada sospechoso de ser un antisistema, por la paliza. Por supuesto que de pedir perdón ni hablamos y su buen hacer sigue siendo premiado y bien remunerado en medios como el ABC, Telemadrid, Veo7, 13tv y Es Radio, medios todos ellos con tendencia a la reinserción de este tipo de periodistas a los que por otra parte nunca les falta trabajo.
Los problemas con el alcohol suelen ser una constante en este mundillo y me sirven de puente para hablar de Miguel Ángel Rodriguez, ex Secretario de Estado de Comunicación con Aznar, que fue detenido en 2013 por conducir con una tasa de alcoholemia de 0,9; pero esto es pecata minuta comparado con los insultos vertidos sobre el excoordinador de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, el Doctor Luís Montes, al que llamó nazi en dos programas de televisión por las supuestas sedaciones irregulares realizadas en un centro médico de Leganés, a pesar de que en ese momento la Audiencia Provincial de Madrid había archivado dicho caso contra el doctor Luis Montes, ordenado restituir su nombre y retirar cualquier alusión a mala práctica médica tras estudiar 339 historias médicas de fallecidos en las urgencias de Leganés y no encontrar indicio alguno de delito ni mala praxis. ¿Y quién estaba detrás de todas estas acusaciones de matar a 400 pacientes terminales que acabaron siendo un bulo? Una vez más, Esperanza Aguirre, La Cope y el Diario El Mundo.
Los bulos son la quintaesencia de este prolífico periodismo. Normalmente uno de estos medios lanza la “noticia” y el resto de medios y cronistas se suman, impasibles el ademán, a la versión oficial por inverosímil o incluso físicamente imposible que esta pueda resultar. La combinación de bulo y reacción impulsiva e irreflexiva suele ser habitual y pongo por ejemplo el artículo de Alfonso Ussia titulado “Un mierda”, publicado en La Razón y dedicado al periodista de la SER Fernando Delgado, entonces director del programa de la SER "A vivir que son dos días". Entre otras cosas, Ussía acusaba a Fernando Delgado de haber dicho en su programa y en vísperas de las elecciones generales de marzo de 2004: "mañana tenemos, tienen ustedes, la oportunidad de terminar con gente como Federico Jiménez Losantos, Carlos Dávila, Alfonso Ussía y Alfredo Urdaci, herederos directos de los que asesinaron a Lorca". Lástima que todo fuera una mentira publicada por Urdaci, “director de informativos de TVE durante la era Aznar”, en el libro “Días de ruido y furia”. Ussia ni se preocupó en comprobar si esto era verdad y no dejó que la realidad le estropeara una bonita columna.
Podría seguir aburriendo con mil historias más de tipos como Juan Manuel de Prada, quien afirmaba sin despeinarse en el programa Espejo Público que a la ex vicepresidenta Fernández de la Vega le regalaban la ropa en unos conocidos almacenes. También de Carlos Herrera que, cuando comenzaba a destaparse la Gurtel, dejaba caer por lo bajini que “estos van a por Barcenas”; de los trajes de Camps decía que si a él le piden la factura de sus trajes también le pillan. Y si se publican las fotos de Feijoo de vacaciones con un narco mientras era consejero de salud va y te suelta que ¿quién no tiene alguna foto con un indeseable? Pero para aburrirse ya están los programas donde se hace periodismo serio y riguroso como el de Ana Pastor e Iñaki Gabilondo. Aunque estos individuos siempre contarán con un fuerte apoyo económico tanto de dinero público como privado, a pesar de sus múltiples reveses judiciales y buena o mala audiencia, para que el mentiroso compulsivo prospere de verdad siempre hará falta el incauto pertinaz.

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