Consecuencias del mal perder, por José Luis Delgado

Dice la Real Academia Española que la democracia es la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno o, también, el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. De estas acepciones del diccionario resulta fácil deducir que en una democracia el pueblo tiene el derecho y la obligación de involucrarse en lo referente a la política del país.
Evidentemente, esta implicación no se limita única y exclusivamente a decidir cada 4 años a quién le damos el poder de dirigir las instituciones. Entre esos otros medios para involucrarse también se encuentran el uso de las manifestaciones (dentro de lo que la llamada Ley Mordaza – la cual me recuerda que tenemos un gobierno que critica abiertamente a Cuba y Venezuela pero no se corta a la hora de imitar, o tomar nota, de sus medidas contra la libertad de expresión – permita de ahora en adelante) y, si resulta necesario, llegar al punto de que seamos los mismos ciudadanos los que acabemos presentándonos a unas elecciones para intervenir desde dentro.
A esto se ha llegado en las pasadas elecciones municipales, en las que las candidaturas de confluencia popular han concurrido y, si bien sólo en algunos puntos de la geografía española han resultado la lista más votada, sí que han conseguido llevarse o ayudar a otro partido a llevarse la alcaldía de, entre otras, las cinco ciudades más importantes del país.
El gran perjudicado de todo esto, al menos a corto plazo, ha sido indudablemente el Partido Popular, lo cual ha desencadenado todo tipo de reacciones en el mismo, sobre todo en Madrid. Así, parte de la clase política ha conseguido darle la vuelta a la definición de democracia antes aportada, pasando a ser ellos quienes controlen a los ciudadanos (al menos a aquellos que se han metido en las instituciones) cuando se supone que debería ser lo contrario, me explico:
Ante la situación vivida en la capital, en la que el PSOE ha apoyado a la ex-jueza Manuela Carmena para conseguir la alcaldía tras lustros de gobierno municipal conservador, el partido que a día de hoy ocupa el Gobierno Central ha tenido unas reacciones de mal perdedor; derivando en el que se ha conocido como Caso Zapata: han puesto de inmediato a alguien en el partido a buscar “trapos sucios” de los concejales de Ahora Madrid hasta que han encontrado un arma arrojadiza contra la nueva formación gobernante en unos tuits de 4 años de antigüedad del que iba a ser Concejal de Cultura y han forzado su dimisión.
Llama la atención, a raíz de esto, que los mismos que no han tenido la decencia de dimitir por estar involucrados en una trama de corrupción o por tener dinero en paraísos fiscales, no hayan tenido el más mínimo reparo en mostrar su hipocresía al exigirle lo propio a alguien que sí que tiene decencia (porque ha dimitido, que ya es más de lo que ellos podrán decir) por algo más leve. La alta clase política, al menos en el Partido Popular en Madrid, ha demostrado ser como el típico niñato adolescente malcriado: en cuanto le quitas su Playstation o el dinero para el alcohol de sus fiestas, se enrabieta, patalea y destruye todo lo que encuentra a su paso. Espero que, al menos, pagaran bien al pobre aburrido al que tuvieron buscando durante horas esos tuits, porque si tienen 4 años, no se tarda poco tiempo en encontrarlos (ah, ya que hablamos de este tema, una recomendación musical: “Sillón de mis entretelas”, compuesta por Forges e interpretada por Les Luthiers, del disco Forgesound de 1976, ayudará a entender todo esto).
Lo más gracioso de este asunto ha sido que la cabeza de lista del Partido Popular al Ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre, después de llevar a cabo esta maniobra, ha renunciado a su acta de concejal y ha dado la espantada.
Y ya que hablamos de espantadas, no querría terminar este texto sin enviarle un cordial saludo a nuestro ya ex-alcalde, Don Federico Cabello de Alba, quien ganó las elecciones municipales en nuestra localidad gracias en gran parte a que las 8178 personas que votamos por un cambio en el gobierno municipal, no nos pusimos de acuerdo a la hora de votar a un candidato y los votos se repartieron entre 3, pero perdió la alcaldía ya que 2 de esos partidos que sumaban 7444 de aquellos 8178 votos, (fuente: http://resultadoslocales2015.interior.es/99MU/DMU0114904299_L1.htm?d=924) decidieron pactar un gobierno de coalición que derivó en la investidura como alcalde de Don Rafael Llamas.
Este hecho ha acabado derivando en la renuncia del candidato conservador a su acta de concejal, cosa que, si bien podía hacer y, según publicó el ABC de Córdoba poco después de la investidura (http://sevilla.abc.es/andalucia/cordoba/20150614/sevi-cabello-alba-montilla-201506141241.html), había adelantado que haría hace cuatro años, la explicación dada puede dar lugar a suspicacias: “tendría que estar defendiendo los proyectos que puse en marcha y no pude acabar y votando en contra de los que se planteen en su sustitución (…) no tengo intención de estar cuatro años justificando mi mandato ni los proyectos que puse en marcha”.
No sé qué opinión le genera esto al resto de los montillanos, pero personalmente creo que no excusa ya que un político que ha perdido unas elecciones debería ser valiente para dar la cara por la gestión que ha llevado a cabo cuando ha gobernado. No hay más que ver otros ejemplos de ex-alcaldes que, tras perder unas elecciones, permanecieron en la oposición haciendo lo propio, como pudieron ser Doña Rosa Lucía Polonio o Don José García, lo cual prueba que también se puede trabajar por Montilla, cosa para la que se vota a los candidatos en las elecciones municipales, estando en la oposición. Al fin y al cabo, Montilla y los montillanos estamos por encima de los intereses individuales.

A Don Antonio Carpio. Que la integridad y la honestidad no mueran con las personas íntegras y honestas. Descanse en paz.
 

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