Sin bozal: conjurando mentecatería, por Leonor Rodríguez "La Camacha"

Dientes de culebras, orejas de murciélago, ojos de sapo... Píllenme en mis aposentos, lo mismo me da, nada más lejos de mi intención el esconderme, parapetarme detrás de la mentira, de la doble vara de medir del esconderse tras los eufemismos. La elaboración de mi conjuro no necesitaría más que un espejo, uno grande, de cuerpo completo, en el que poder verse las vergüenzas cada uno de los que leen este pequeño texto. Mi intención no es hacer hechicería compleja, ni un mejunje extraño… Mi objetivo no es más que pinchar donde duele… en las penurias humanas que, por supuesto, cada uno tenemos.
Se acercan las elecciones municipales y, claro, cada uno tendrá que despotricar, que eso es fácil, sobre los distintos partidos que concurren el próximo 24 de mayo, y más aún con los medios digitales en los que libremente vomitamos.
En tiempos griegos se pensó que, como cada individuo era poseedor de la virtud, todos podían ser partícipes del progreso comunitario siendo electores o elegidos dentro de su propia población. En mi época, allá por el siglo XVI, no había la posibilidad de hacerlo y tal vez éramos conscientes de que en ello no nos iba la vida, ni soñarlo podíamos. Pero hoy en día bien que se nos llena la boca con lo primorosas que son nuestras ideas, lo bien que lo haríamos todo y lo míseros que son el resto (entiéndase fundamentalmente políticos, aunque más de uno aún se anime a ampliar el grupo de personas).
La magia que me dispongo a elaborar es bien sencilla, es la de hacer ver a cada uno lo cómodo que es, lo vago de sus aportaciones, lo ínfimo de su aportación a la sociedad. Quede este “sin bozal” para reírme de lo frágil de nuestras posiciones y de lo robusto de nuestras críticas, sirvan estas líneas para burlarme de cada uno de ustedes.
¿A quién votarán? No les importa… nunca fue de su interés. ¿Quién gobernará? Y qué más da. Esa es la postura facilona que impera en nuestros días. Ellos nos engañan y nosotros somos los impolutos, los libres de toda culpa, los que primero lanzamos las piedras. Pero a la hora de arrimar el hombro, de proponer salidas, de enfrentarse a los problemas, entonces serán otros los que deban sufrir el azote de mi lengua.
“La desafectación de la población por la política”. ¡Qué buena frase! ¡Qué minúsculos son aquellos que sonríen al decir estas palabras que no hacen más que demostrar lo ridículo que es su amor por la vida en sociedad! ¡Qué egoístas son sus miras!
Lo fácil es todo esto, el criticar y no construir, el opinar y no trabajar, el empujar y no ayudar, el decir lo mal que lo hacen los otros o, por supuesto, lo mal que lo hace el partido tal o la persona cual. Por contra, qué difícil es el emplear el tiempo en reunirse con unos y otros para llegar a un acuerdo, qué complicado el hacer las cosas porque queremos mejorar lo que nos rodea.
Ejemplos mil, y no tengo que irme tan lejos, ¿o es que usted quiere ser presidente de su comunidad de vecinos o miembro de la asociación de padres y madres del colegio? ¡No señor, no señora! Yo prefiero estar tras la barrera, en lo alto de la montaña viendo cómo se mueve todo y criticando aquello que no va como me gustaría a mí.
Todos estos que se han podido sentir reflejados en lo que acabo de citar, con total certeza que en caso de ser elegidos para ser, por ejemplo, miembros de una mesa electoral a buen seguro se habrían dirigido a mí para que yo, Leonor Rodríguez, “La Camacha”, hiciera algún conjuro para salvarles de tal trance.
En mis años de hechicera he unido a quien quería unirse, he separado a quien deseaba hacerlo… pero en todo este tiempo y todo el que me quede por ver salir el sol, me negaré a ser tan ruin como para no dar una y otra vez mi aliento a todo aquel que quiera hacer algo por el bien de la comunidad.

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