Cerrando etapas, por Elena Soria

Con el comienzo del nuevo año todo el mundo parece replantearse sus objetivos y planes de futuro estableciendo los ya conocidos “Propósitos de Año Nuevo”. Normalmente, pasados unos meses, el furor e ímpetu por cumplirlos se va desvaneciendo y olvidando hasta el comienzo del próximo año. Así pues, me uno a este mes de reflexiones con una aportación personal.
Sin embargo, el tema del que voy a hablar hoy es uno mucho más permanente a la par que irrevocable, en cierto modo. Me encuentro de nuevo envuelta en una tesitura cuya resolución dictará el desarrollo de mi futuro.
Cuando acabamos selectividad o nuestros estudios medios, hay que tomar una difícil decisión, pero al acabar la carrera o estudios superiores, y adentrarnos en el mundo laboral, afrontamos otra dura decisión que, realmente, repercutirá en el transcurso de nuestra vida. Puesto que nuestro futuro se forjará alrededor de un trabajo o de nuestras ocupaciones, el lugar donde trabajemos será el lugar donde vivamos y nuestro círculo de amigos se conformará en base a éste.
Las opciones que se abren ante mí no son pocas, quizás ese es uno de los problemas. En primer lugar, está la opción de comenzar a trabajar directamente. El problema llega cuando, en una sociedad como la actual, hay mucha competencia profesional y en la que siempre va a haber personas con mayor formación que la mía. La casi exigencia de tener un máster me coloca muy debajo en la escala profesional. Además, es bien sabido por todos que encontrar un empleo en nuestro país es algo complicado por el momento, aunque está claro que no es imposible.
Por lo tanto, hacer un máster se presenta como una opción casi obligatoria a mi parecer. Actualmente hay infinidad de másteres para hacer, pero, claro está, hay que tener una cuenta de ahorros bien preparada y un buen expediente. También hay becas para la realización de máster. La cuantía de la matrícula en muchos de los casos se nos va de las manos.
Otra opción sería seguir estudiando y adentrarse en la investigación. Para los que les guste esta opción, necesitarán buenas becas de investigación o un trabajo a tiempo parcial para poder costearse sus gastos. Hacer otra carrera o cursos de formación es un camino que muchos toman.
Irse al extranjero es algo llamativo, sin lugar a dudas. Es más, hay muchas becas a nuestra disposición, supeditadas, eso sí, a un buen expediente académico, iniciativa y, de nuevo, una buena cuenta de ahorros que nos respalde. Si no se consigue una beca, siempre se puede probar suerte e ir al país a conseguir trabajo, cosa que le está funcionando a muchos españoles, pero trabajando en puestos menores a su cualificación, en muchos de los casos, y estando, a veces, en unas condiciones no esperadas.
Por último, se puede empezar a ganar experiencia mediante prácticas en empresas tanto en España como en el extranjero. Estas últimas abren puertas, porque no solo aportan experiencia a tu currículum, sino que también te dan seguridad y te introducen en el mundo laboral. Incluso es posible que encuentres lo que te guste y la empresa quiera renovar el contrato de prácticas.
A fin de cuentas, el abanico de posibilidades es cuanto menos amplio. Eso sí, en muchos de los casos hay que tener las competencias necesarias y dinero para sufragar los gastos de lo que quieres hacer. En mi caso, ya he empezado a echar becas, y me planteo si quiero hacer un máster o qué ruta tomar. Quién sabe dónde me encontraré el próximo año nuevo. No cabe duda de que el resultado de esta decisión determinará mis propósitos para el próximo año. Me despido deseándole suerte a todos aquellos que se encuentren en mi misma situación.

Comentarios