9 semanas en el subcontinente indio. O lo odias o lo amas, por Daniel Viera

En esta ocasión, os escribo desde SiemReap (Camboya), en plena Indochina, donde llevo casi dos meses en lo que será todo un tour en profundidad de 5 meses por el Sudeste Asiático. Pero de ello os hablaré en el próximo número. En esta ocasión centraré la atención de este artículo en los más de dos meses que pasé en el denominado subcontinente indio, concretamente en India y Nepal.
Uno siempre oye opiniones de la India muy diferentes y contrariadas de las distintas personas que la visitan. ¡A veces incluso extremas! Hay quien la ama y se pasa meses o años de su vida recorriéndola, pero tampoco falta quien fue una vez y se vino con tal mal recuerdo que no la volvería a pisar ni cobrando. Yo de entrada os voy a confesar que me encantó, no tanto por su indiscutible belleza, sino por la genuinidad de sus lugares y la infinidad de situaciones únicas en las que te puedes ver envuelto. Aunque también os diré que entiendo perfectamente a quien se vuelve a casa con sensaciones más agrias que dulces. Hablemos claro, la India es un lugar difícil de digerir. Un país en el que se juntan dos ingredientes fatales: subdesarrollo y superpoblación. A mi entender, las dos claves esenciales para entender todos los elementos que conforman su faceta negativa. En la India se ve pobreza extrema, explotación infantil, machismo exacerbado, suciedad y una contaminación que afecta a los 5 sentidos. No exagero, lo dice alguien que ha vivido lo peor de unas cuantas grandes capitales en Latinoamérica y África. Para un turista que pasea por una ciudad India, se hace difícil disfrutar de lo que ofrece el entorno cuando tienes que estar prestando toda tu atención en no meter el pie en un boquete o un charco de cieno, no ser arrollado por un tuc-tuc o una enorme vaca sagrada o no tropezar con un tótem de basura o un pobre anciano pidiendo en la calle… Todo ello, anestesiado por una mezcla de olor entre gasolina mal combustionada y humanidad, así como aturdido por el incesante ruido de las calles.
Y estaréis pensando: menos mal que dije que me encantó la India, ¡con lo mal que nos lo está pintando! Pues sí, a pesar de todas estas adversidades, uno puede llegar a extraer muchas cosas positivas de la India. Al igual que apuntaba los aspectos negativos, también os digo que la India me brindó lugares y experiencias que jamás había vivido en los más de 50 países que llevo visitado en mi vida. Templos hindúes que veneran a 30.000 ratas, templos sijs que acuestan y dan de comer a un libro sagrado, la confluencia de la vida y la muerte en Benarés, el encanto irreal de Hampi, viajar en el tiempo en los castillos del Rajastán, el “britaniquísimo” paisaje urbano de Bombay o el frenesí de grandes ciudades como Delhi o Calcuta, por no hablar de su gente maravillosa. Si el visitante es capaz de sobrepasar lo negativo, lo cual no es fácil, no os quepa la menor duda que acabará prendado por la India.
Un destino más digestible es Nepal, donde la densidad de población es mucho más baja y, por consiguiente, todas las vicisitudes de su país vecino se reducen considerablemente. Nepal se vanagloria de dos cosas: ser la tierra que vió nacer a Buda y ser la cima del mundo, ambas ciertas, asíque decidí centrar mi visita en estos dos grandes aspectos. Primero, tras visitar el lugar de nacimiento de Buda en Lumbini, ingresé en un centro budista para aprender la técnica de meditación Vipassana. 10 días en los que, cual monje budista, meditaba durante 11 horas al día, levantándome a las 4 de la mañana, haciendo la última comida del día a las 11 y, entre otras muchas cosas, estando incomunicado y sin poder hablar con nadie durante todo ese tiempo. La segunda fue hacer todo un trek de 10 días por el Himalaya, en concreto el circuito Annapurna, que va alrededor del ocho mil del mismo nombre. Una ruta que pasa por el lago más alto de todo el mundo, el Tilicho, y que atraviesa por un paso a nada menos que 5.416 metros de altitud. Todo un desafío, una experiencia inolvidable que me regaló los mejores paisajes de montaña que haya visto jamás.
Por lo demás, contaros también que gracias a los bajos precios de estos países, conseguí por fin ajustar mi presupuesto diario a los 20 euros que me propuse en el primer artículo, al comenzar este viaje alrededor del mundo. Ahora toca seguir manteniéndolo aquí en el Sudeste Asiático, donde el costo de vida es un poco más alto. ¡Nos seguimos leyendo en www.universaltraveler.org y sus perfiles sociales!

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