Cartas del Pierrot, por Antonio Torres

Juan de la O, 7 de septiembre de 2014

Despierta, amigo Sancho,
y abre las puertas de Barataria;
sosiégate del letargo de tu sueño
y bebe el poco vino que te queda,
que el largo septenio malevo
que llevas a cuestas en tu espalda
ha roto dinastías y trincheras,
ha colmado ansias y desvelos,
ha encontrado la luz de la compaña
y denostado todo aquello sobrante.

Sancho, la plaza del cadalso
tiene nombre de hipoteca
y los truhanes siguen con sus cuentas
de maricón el último y cabrito mareado.

La historia de lo que fuimos
se ha convertido en la leyenda
de una espuma amarillenta
que amanece y muere por agosto.

Y ahora, Sancho, este orbe
que gira a trompicones,
fuma semilla de costo
para ganarse un mundo nublado.

Aunque no todo han sido lágrimas;
las ánimas de lo bendito
también han jugado a las cartas,
y aún sacando el uno de bastos
cuando la fortuna lo ha requerido,
las lentejas de los viernes, han ido llegando.

Sancho, Dulcinea te manda un abrazo.
Algún día haz de conocerla…
Es como tu Cascajo, pero en buena;
una hembra valiente que aguanta los truenos
y se come las tormentas.
De esas que no quedan.

Sólo me queda tu ínsula, amigo Sancho.
Desvelar el placer de tu siesta,
haced que me escuches y esperar
a la venidera como si fuera última.


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