¿Somos iguales ante la ley?, por Cipión

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ¿somos iguales ante la ley?

Berganza, Berganza. Previsible cánido… Sólo con ver la pregunta del debate que nos trae hoy El Ladrío ya conocía de sobra tu respuesta. Tú, tan idealizador y legalista. ¿Cómo osas afirmar que la Justicia es igual para todos? ¿Cómo, en estos tiempos de cárceles de oro y fianzas depositadas?
No ver las evidentes desigualdades de la justicia -tendría que cambiar mucho para merecer la jota mayúscula- es no querer ver la realidad. Observa el noticiario, ojea los periódicos o, acorde con tu condición de lector empedernido, lee estos días los boletines oficiales. ¿Qué ves? Políticos corruptos ocupando cargos públicos. Abogados millonarios a costa del erario público, disfrutando de celdas VIP y piscinas climatizadas. Infantas desfilando por una alfombra roja puesta por el Ministerio Fiscal. Toreros fitipaldis pidiendo indulto. Bancos que no devuelven lo que han tomado indebidamente -valga el eufemismo- porque con la Iglesia hemos dado.
La justicia es igual para todos. Patrañas. Uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario, es cierto. Pero también lo es que es más complicado que se demuestre si tiras de talonario. ¿Has visto las tasas que hay que pagar para recurrir las decisiones de los tribunales? ¿Acaso no se está maltratando al pobre, al que estira la cartera para echarse un trozo de pan a la boca, obligándole a pagar un mes de salario para ser escuchado por el Constitucional? Justicia gratuita dirás, amigo Berganza. Justicia gratuita para muy pocos, te replicaré.
Con dinero, uno puede rodearse de abogados, costear cuantos informes técnicos sean necesarios, recurrir en tantas instancias como sea posible, maquillar su imagen a golpe de propaganda. Y, si aun así sales condenado, en muchos casos te dan la posibilidad de depositar una fianza y a casa. Todavía me hablarás de la proporcionalidad de las fianzas y de sus altas cuantías en el caso de uso indebido de fondos públicos, querido Berganza. ¡Estaría bueno que encima financiara el Estado esos tejemanejes, lanzando ofertas en primavera o permitiendo su pago en cómodos plazos!
La Justicia no es igual para todos por el simple hecho de que las propias leyes así lo dicen: el Rey es constitucionalmente irresponsable de sus actos. Los parlamentarios gozan de inviolabilidad en el desempeño de sus funciones. ¿Hablamos de los aforados? Los políticos designan a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, que son quienes designan a su vez a los jueces del Tribunal Supremo, que son casualmente quienes juzgan a los políticos. ¡Qué caprichoso y circular puede a veces ser el destino, amigo ladrador! Y todavía criarás pulgas defendiendo que todos somos iguales ante la justicia…
Casi el setenta por ciento de los presos en España son pobres, están enfermos o tienen problemas con las drogas. La mitad de las reclusas españolas lo son por tráfico de drogas. La pena máxima contemplada en el Código Penal para el delito urbanístico es de cuatro años, uno menos que el que puede caerle a alguien que robe con el procedimiento del tirón y dos menos que a quien trapichee con droga. ¿Pero quiénes cometen cada uno de esos delitos, y quiénes son los que acaban realmente entre rejas?
Pregúntale a los Garzón, Castro, Silva o Gómez Bermúdez si realmente la justicia observa a todos por igual. Que ellos te confirmen qué piensa la “justicia” de eso de juzgar a todos con el mismo rasero. Y una justicia que no trata igual al rico y al pobre, amigo Berganza, nunca puede ser justa.

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