¡Somos iguales ante la ley!, por Berganza

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ¿somos iguales ante la ley?.

Amigo Cipión, ¿somos iguales? ¿Qué es justicia? Antes de comenzar cualquier diálogo, debemos tener claro qué tenemos en manos y más aún, siendo algo etéreo y a la vez tan en boga. Quizás tanto que, si nos remontásemos miles de años atrás, aún podríamos hacernos las mismas preguntas y argumentar de la misma forma.

En este tiempo no me podrás negar que sí hemos aprendido cosas nuevas por las que puede merecer la pena replantearnos estas cuestiones, y todo es por el hecho de que quizás hoy tenemos mejor constancia de nuestro pasado y al presente podemos acercarnos con tantas y tan distintas perspectivas. Creo sinceramente que quizás hoy saquemos más grandes conclusiones de nosotros y de la justicia en nuestro tiempo que nunca. Ni que decir tiene que estamos en la época en la que la conexión entre las personas es más fácil y, como ya sabemos, la comunicación entre los seres humanos lo es todo.
Iguales estrictamente no somos, eso ya lo dice la ciencia que puede distinguirnos uno de otro por nuestro ADN, pues no solo éste es distinto al nacer sino que va siendo más distinto al crecer, se nutre de nuestro pasado y aprende de nuestro futuro. Pero si esto es lógico y ya lo hemos escuchado muchas veces, porqué volver sobre ello, es sencillo, no lo sabemos desde hace tanto y además para hablar de justicia quizás nos pueda resultar útil.
Creo en tus pasiones y defiendes el cambio con tesón, pero Cipión lo justo, la equidad, son conceptos que han dado para escribir bibliotecas o ríos de tinta como se suele decir. Pero hay una premisa básica que debe estar siempre presente, la justicia en la tierra sale de los humanos, de sus interpretaciones, es decir, crean inspirados en las circunstancias del momento, su personalidad y sobre todo en su componente animal, natural podríamos llamarle. Si entendemos que la naturaleza es lo suficientemente inteligente como para hacer que pensemos de forma que preservemos la vida de nuestra especie y que, en la generalidad, es donde se va a ver plasmada esta tendencia, cierto es que una democracia podría ser un sistema adecuado para reflejar la mejor voluntad. De ahí mismo surge la idea del derecho y no de nosotros mismos, sino de esa necesidad de unión y perseverancia que nos representa como especie.
La justicia práctica, la que siempre nos llevará al final a un buen camino, será la que quiera esa mayoría de voluntades, porque la justicia divina con toda mi humildad creo que se nos escapa a los puramente terrenales.
Y sobre la pregunta de si somos iguales ante ella, sí, siempre en la generalidad, sí, siempre al final, pero como quiera que en el mundo rigen innumerables excepciones, quizás en éstas, nos perdamos algunos y lleguemos a verlo todo negativo. Cipión llena de optimismo tus palabras, aunque entiendo que es normal, natural incluso porque el peligro nos salva, que aprendamos a confiar en los otros, que gracias a ellos somos lo que somos y no exageremos las cosas, pues desde que el método científico apareció en la ciencia, tenemos en nuestro poder una precisa balanza con la que sopesar todos los acontecimientos que se aparecen ante nosotros.
Ya que hemos hablado del conjunto, detengámonos en los individuos y aquí es donde, no siendo todos iguales, no podemos recibir las mismas cosas, lo que no quiere decir que no sea justo, porque como ya hemos visto sí que funciona y obedece al orden que hemos creado. Aunque queramos usar tan magnas palabras para pretender que todos vivamos más dignamente será no por falta de aplicación de justicia sino por falta de conciencia, de cambio en la forma de pensar, el porqué nos encontramos a veces ante situaciones que no nos gustan y las tachamos, por ello, de injustas. Cipión, amigo mío, cambia el mundo y no solo las palabras, sino esta lucha estará perdida antes de empezarla.

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