Desesperado, por Virginia Polonio

Estaba desesperado. Hacía varios meses que no la veía y la echaba de menos. A menudo recordaba los momentos en los que ella cogía su mano y tatuaba verdades en tinta. Anhelaba sus andares oscuros y sus gestos de luz. No entendía por qué discutieron aquella mañana. Por qué le dejó tumbado sobre una blanca maldición: donde las páginas enmudecieron, donde las líneas que le salvaban se convirtieron en afiladas tachaduras y las palabras que fluían se enquistaron en los cuadernos.
Ahora estaba golpeando la puerta donde ella habitaba. Tras varios intentos, el poeta desistió. Hacía varios meses que la Inspiración se había mudado de casa.

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