Un verano con Lorca, por Marta Jiménez


“¡Que estés alegre! Hay necesidad de ser alegre, el deber de ser alegre. Te lo digo yo, que estoy pasando por uno de los momentos más tristes y desagradables de mi vida”.
Federico García Lorca

En otoño de 1930 el admirable periodista Rodolfo Gil Benumeya realizó a Federico García Lorca una de las entrevistas más inteligentes e intuitivas de las que se le hicieron nunca al poeta. Federico acaba de llegar a España tras su famoso periplo por América – el de Nueva York y Cuba-, y entre otras muchas cosas, en sus respuestas el poeta se extendió sobre lo que para él significa ser granadino y andaluz: “Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío,…del morisco que todos llevamos dentro”.
Tengo marcada esta página, la 769, de la monumental biografía que de Federico García Lorca escribió el hispanista Ian Gibson en 1985, reeditada en 2011 con motivo del 75 aniversario del asesinato del escritor. La tengo marcada porque, entre otras muchas cosas, he descubierto con gozo la intensa admiración que al autor del ‘Romancero gitano’ le producía la cultura andalusí. Aunque tengo marcadas muchas más entre las 1.500 páginas que me acompañan este verano en el que ya solo tengo ojos y oídos para el poeta. El carisma que todos lo que le conocieron atribuyen a Lorca salta entre las líneas de este tomo sobre su apasionante vida y su fertilidad artística.
Una biografía que despeja incógnitas, disipa nieblas, aclara zonas de sombra de una personalidad tan singular, por lo que en muchos aspectos y durante mucho tiempo seguirá siendo insuperable. Si leer a Lorca cambia la vida, les aseguro que leer sobre cómo vivió sus 38 años, también. Sin estar excepcionalmente escrita, son tan apabullantes la cantidad de datos, las anécdotas, reseñas e información que aporta Gibson, que sirven no ya solo para construir una vida sino para retratar una época. La reedición de esta biografía no constituye solo un enorme homenaje al artista, sino una exigencia cultural de gran magnitud en la que solo echo en falta una cosa: Su voz.
Casi nadie sabe hoy cómo era la voz de Lorca. Fue el poeta que más recitó en público, que dio más conferencias, que visitó y charló en radios tanto aquí como en sus ocho meses de éxito en Argentina... y no hay ni una grabación. Fantaseo con que un día la familia Lorca “desclasifique” documentos y misterios. Tal vez sea en 2016, año en que se acaba el pastel español de los derechos de autor que genera el poeta y dramaturgo al cumplirse 80 años de su asesinato.
Mientras tanto, recomiendo un verano lento iluminado por Lorca a través de esta biografía en la que el lector no puede parar de acudir a su obra y a sus canciones populares. En mi caso, las tengo casi todas descargadas en el Ipod en diferentes versiones para que me acompañen al caminar. Y es que tan lorquiana llega a sentirse una, que a veces la imaginación vuela hasta una mecedora de la mismísima Huerta de San Vicente.

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