Monstruos o cobardes, por Alba Delgado Núñez

La semana pasada, la profesora de Pautas Básicas y Sistemas Alternativos de Comunicación (PBSAC) nos mandó como trabajo leer la novela "Frankenstein" (Mary Shelley, 1818). Quizás muchos conozcáis la historia de aquel científico que jugó a ser dios y consiguió proporcionarle la vida a un ser, partiendo de restos de humanos ya fallecidos.
Esta novela se considera como el origen de la ciencia ficción. De la cual se han tomado, posteriormente, significados adjuntos a las palabras "estigma" o "monstruo" entre otras.
Como tarea, nos hizo cuestionarnos la visión que se tiene en el libro de lo que es un monstruo y a lo que hoy en día ponemos ese nombre. Finalmente, se llegó a la conclusión de que el "monstruo" no puede ser parte de la sociedad porque está estigmatizado (consideramos "estigma" en este contexto aquellas ideas fijadas por nuestra sociedad, según nuestra creencia, por las cuales señalamos a los demás). Es "el otro", el "raro", el "diferente"... Puesto que la FEALDAD es aquello que no nos tiene que gustar, por tanto denota peligro.
Esto es algo que se ha interpuesto en nuestra cultura desde edades muy tempranas, ya que, en la mayoría de cuentos infantiles, el "malo" nunca gozaba de atractivo físico. Innumerables ejemplos dan fe a esta teoría. Podemos citar, sin ir más lejos, nombres tan conocidos como: Voldemort (Harry Potter) o incluso el entrañable Capitán Garfio (Peter Pan).
En esta historia, la criatura es rechazada básicamente por ser fea. En una de las escenas narradas, Él intenta salvar a una niña. Sin embargo, al ser descubierto por los humanos, lo primero que se les pasa por la cabeza es la acusación del mal. Tampoco se le tiene en cuenta cuando, por ejemplo, trabaja de noche para abastecer a una familia de bienes primarios o, incluso, limpia un camino de nieve. Primitivamente, el personaje es un ser cargado de bondad cuya única añoranza es la del cariño, el afecto y la convivencia en sociedad. Su rechazo es la fuente de una ira en desmesura que pone sus pies en el camino de la venganza, llegando al fin de arrebatar la vida a seres totalmente inocentes. Aunque también se presupone que se hace "malo" porque es un monstruo.
Ahora bien, vayamos a tiempos más cercanos, al ahora. ¿Qué es más patológico, que la gente no lo acepte por ser feo (o desconocido) o que Él fuese feo en sí? Llevamos encima una importante carga de prejuicios. En la vida real, ese "raro", "monstruo", "diferente" puede ser, simplemente, aquel que tiene diversidad funcional. Sin tener en cuenta que todos albergamos bajo las costillas un corazón cargado de sentimientos, nuestros ojos sólo ven malformaciones. Algo físico. Al igual que, - desgraciadamente y también a día de hoy -, se rechaza por causas tan inocentes como: tres pelos en la barbilla de una mujer, las diferentes condiciones sexuales e incluso maneras de pensar (políticas, religiosas, culturales...) siguiendo con una interminable lista.
Claro está que la palabra "monstruo" se ha enriquecido de significados más psicológicos, nombrando así a aquel ser humano que no da valor a la vida del resto, sometiéndolas a vejaciones e incluso, en el peor de los casos, privándoles de ella.
Dicho lo dicho, pronunciaré un par de cuestiones: ¿Es un monstruo aquel que es diferente o es cobarde aquel que niega una oportunidad? ¿Es él el raro por ser diferente a mí, o yo por ser diferente a él?

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