… Se muere Uno. De extraña manera, sin velatorio público y con Prozac privado. Cambiando el pésame de conocidos y convenios por la fría espada de la soledad sin caja de ébano marcada.
… Se muere Uno. De anónima manera, durmiendo inconsciente la asesina mientras el oscuro puñal de la sensatez hace su daño y Uno intenta, ingenuo, extraer su hoja del costado.
… Se muere Uno. De idílica manera, pensando que realmente vendrá un sempiterno séquito de contubernios acompañando un sepelio que jamás llegaría a ser real si Uno se lo propone. Pero Uno, en su parte de adelante, no encuentra siquiera un brazo al que agarrarse para, al menos, no caer en la cuenta de que ya ha dejado de existir.
Apenas unos meses han bastado. Una nueva vida nació con Ella en Uno sin necesidad de embarazo y ahora muere sin requisito de preaviso. Tal vez sí; desde el nacimiento se anuncia la debacle. Ocurre siempre, aun cuando nadie, ni siquiera Uno, crea que el amor tiene fecha de caducidad. Y ahora Uno siente vértigo a que el mundo pare…
En realidad, el embarazo no fue y la vida no fue más que entre dos. Y eso es aún más duro para Uno, que pasea cabizbajo entre miles de rostros ingenuos a su particular desafío. Sin esquelas, la muerte en soledad duele más que el darse cuenta del absurdo llanto de plañideras. Esos rostros apenas se giran al sentir la estela del cuerpo de Uno, frío e inerte, que no soportando más ese dolor decidió definitivamente que la solución final debía ser la muerte.
Con la última puñalada, Uno muere y renace un ente sin mucho sentido que poco a poco debe encontrar una nueva razón para existir. Ella ya no vale. Uno sabe que vale mucho más que una vida marcada con fecha de caducidad. Sin embargo, también sabe que en algún momento tendrá que volver a disparar la pistola láser que fija las etiquetas al dorso. De nuevo, Uno caducará y morirá. Sin esquelas. Sin llanto de plañidera. Sin más Ella…
Uno piensa que es mejor dejarse llevar. Arrastrarse al abismo sabiendo que el mejor paso para renacer es terminar de morir. Uno cierra los ojos, con la banda sonora de aquél que le obliga a condenarse a su ausencia degustando la estúpida y falsa sensación de que alguna vez la tuvo entre sus brazos. Pero en su propio funeral, Uno entiende que a veces, efectivamente, podemos escoger nuestra derrota. Funerales de indecisión y falta de sentido.
Mantiene cerrados los ojos. Uno prefiere no ver su propia muerte. Todo terminó y ahora no es más que un fantasma buscando esa nueva meta para renacer y dar sentido al maldito desafío de sentirse vivo. Uno volverá a encontrar ese sentido, no lo dudes.
Pero cuidado. Uno recuerda en cada vida que, como toda muerte, el amor también es eterno mientras dura…
… Se muere Uno. De anónima manera, durmiendo inconsciente la asesina mientras el oscuro puñal de la sensatez hace su daño y Uno intenta, ingenuo, extraer su hoja del costado.
… Se muere Uno. De idílica manera, pensando que realmente vendrá un sempiterno séquito de contubernios acompañando un sepelio que jamás llegaría a ser real si Uno se lo propone. Pero Uno, en su parte de adelante, no encuentra siquiera un brazo al que agarrarse para, al menos, no caer en la cuenta de que ya ha dejado de existir.
Apenas unos meses han bastado. Una nueva vida nació con Ella en Uno sin necesidad de embarazo y ahora muere sin requisito de preaviso. Tal vez sí; desde el nacimiento se anuncia la debacle. Ocurre siempre, aun cuando nadie, ni siquiera Uno, crea que el amor tiene fecha de caducidad. Y ahora Uno siente vértigo a que el mundo pare…
En realidad, el embarazo no fue y la vida no fue más que entre dos. Y eso es aún más duro para Uno, que pasea cabizbajo entre miles de rostros ingenuos a su particular desafío. Sin esquelas, la muerte en soledad duele más que el darse cuenta del absurdo llanto de plañideras. Esos rostros apenas se giran al sentir la estela del cuerpo de Uno, frío e inerte, que no soportando más ese dolor decidió definitivamente que la solución final debía ser la muerte.
Con la última puñalada, Uno muere y renace un ente sin mucho sentido que poco a poco debe encontrar una nueva razón para existir. Ella ya no vale. Uno sabe que vale mucho más que una vida marcada con fecha de caducidad. Sin embargo, también sabe que en algún momento tendrá que volver a disparar la pistola láser que fija las etiquetas al dorso. De nuevo, Uno caducará y morirá. Sin esquelas. Sin llanto de plañidera. Sin más Ella…
Uno piensa que es mejor dejarse llevar. Arrastrarse al abismo sabiendo que el mejor paso para renacer es terminar de morir. Uno cierra los ojos, con la banda sonora de aquél que le obliga a condenarse a su ausencia degustando la estúpida y falsa sensación de que alguna vez la tuvo entre sus brazos. Pero en su propio funeral, Uno entiende que a veces, efectivamente, podemos escoger nuestra derrota. Funerales de indecisión y falta de sentido.
Mantiene cerrados los ojos. Uno prefiere no ver su propia muerte. Todo terminó y ahora no es más que un fantasma buscando esa nueva meta para renacer y dar sentido al maldito desafío de sentirse vivo. Uno volverá a encontrar ese sentido, no lo dudes.
Pero cuidado. Uno recuerda en cada vida que, como toda muerte, el amor también es eterno mientras dura…
Comentarios
Gracias al Coloquio por fomentar la cultura.