En estos días es triste y aterrador
comprobar cómo aumenta el fanatismo religioso en el mundo islámico
en contra de Occidente, con las protestas violentas en muchos países
musulmanes por un polémico vídeo que ridiculiza al profeta Mahoma.
La secuencia es simple y terrible: en marzo de 2011, Terry Jones, un
bigotudo pastor evangélico estadounidense con pinta de matón del
Oeste, quema públicamente en su iglesia un ejemplar del Corán y lo
difunde por Internet, provocando la ira y la violencia de muchos
musulmanes por todo el mundo. Ahora, aprovechando el aniversario de
los terribles atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y
también el inicio de la precampaña electoral en la que está en
juego la reelección de Barak Obama, el mismo Terry Jones, según ha
publicado el prestigioso rotativo estadounidense The Wall Street
Journal, parece estar detrás de la financiación de una película
titulada sarcásticamente “La inocencia de los musulmanes”, cuyo
tráiler colgado en Youtube ha provocado de nuevo una ola de
protestas con manifestaciones violentas y asaltos a embajadas y
consulados occidentales en distintos países musulmanes como Egipto,
Yemen, Túnez, Líbano, Indonesia o la Franja de Gaza (Autoridad
Nacional Palestina), y que se ha cobrado víctimas mortales en el
caso de Libia (donde el embajador estadounidense fue linchado) y
también en Afganistán (donde se han recrudecido los ataques a los
militares occidentales allí desplegados y donde han muerto un mínimo
de nueve militares).
Estas protestas están siendo dirigidas
por algunos líderes también religiosos y muy fanáticos que
propician con sus incendiarios discursos la violencia por la afrenta
causada al profeta Mahoma, que en el fondo justifican en la defensa
de la fe islámica como algo absoluto, eterno e incuestionable a
través de la idea humana más básica y violenta: la ira.
Puede que se imponga la cordura y estas
protestas mengüen poco a poco, pero también cabe la posibilidad de
que la fractura entre Oriente y Occidente sea cada vez mayor y
profunda, provocando más violencia y venganza, que es lo que buscan
los extremistas, creando bandos simples y absolutos: “los
musulmanes” contra “los occidentales” y viceversa. Por todo
esto, es necesario hacer una reflexión y abrir un debate serio tanto
en el mundo islámico como en Occidente que analice todo esto, más
si cabe en unos países árabes como los del arco mediterráneo donde
se están produciendo esperanzadores procesos de democratización
inéditos en los últimos 50 años. Y en este coloquio, que es cada
día más necesario para que nos entendamos los unos y los otros, hay
que decir que no somos tan distintos, que se puede y se debe ejercer
la crítica pero no el insulto y nunca la venganza ni la violencia.
Porque si se busca el enfrentamiento y la violencia, los únicos que
saldrán ganando son los manipuladores, los fanáticos y extremistas
de uno y otro lado, que sólo buscan su propio beneficio ganando
creciente poder en la conjunción de desorden y disturbios a través
del peligroso cóctel de la demagogia y del populismo, buscando o
fabricando enemigos para fortalecer su propio liderazgo con una
visión fanática de la religión.
Con todo este triste panorama sólo me
cabe hacer proselitismo de la tolerancia religiosa, que en nuestra
tierra hace siglos ejercieron tan bien los Omeyas, recomendando
además la lectura de un inteligente e irónico escritor
hindú-británico llamado Salman Rushdie, que en breve va a presentar
sus memorias donde señala que hoy día sería mucho más difícil
publicar su polémico libro “Los versos satánicos” que hace 20
años. Y lo dice alguien que sigue estando condenado a muerte por el
simple hecho de escribir libremente. Si es así que estamos peor, de
todos nosotros depende revertir esta locura de situación.
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