“Una mentira repetida mil veces se
convierte en verdad”. Es la segunda vez que escribo esta cita para
El Coloquio de los Perros, aunque ahora por motivos diferentes. La
frasecita es de Joseph Goebbels y desgraciadamente tiene tanta
actualidad, que pone los pelos de punta.
Desde hace meses, incluso años, muchos
medios de comunicación se han disfrazado del Ministerio de la Verdad
del Ingsoc, imaginado por George Orwell en su novela 1984. Han sido
el instrumento utilizado para repetir, más de mil veces por cierto,
que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que ahora
estamos pagando las consecuencias. El objetivo del mensaje es
evidente. Los culpables de la situación actual son aquellos que
aceptaron las condiciones ofrecidas por bancos, mercados y entidades
cuando el viento soplaba a favor, nunca los que idearon esos
productos y los pusieron a disposición del personal.
Si habláramos en términos
estadísticos, seguramente nos sorprenderíamos al saber que un
amplio sector de la población no se compró una segunda vivienda
antes de la eclosión de la burbuja inmobiliaria. Tampoco eligió el
Caribe como lugar de vacaciones excepcional, ni tan siquiera cambió
de coche, simplemente el que tenía funcionaba bien. Por supuesto
otros sí lo hicieron, ganando más dinero del que habían imaginado,
mientras la economía crecía con un ritmo frenético a la vez que
falso.
En este terreno, artificialmente
abonado, ayuntamientos, diputaciones y administraciones en general,
se empeñaron en pasar a la historia construyendo velódromos,
aeropuertos y demás obras faraónicas que se han acometido en las
dos últimas décadas. Muchas de ellas ni han llegado a terminarse
tras muchos cientos de millones de inversión. Ahí los ciudadanos
también han vivido por encima de sus posibilidades. No han tomado
ninguna decisión al respecto, pero estos trabajos se han llevado a
cabo con dinero público, es decir, de todos. Miles de millones de
euros a la basura y nadie es responsable. Los ciudadanos sí porque
alguien ha gastado su dinero en proyectos que ahora languidecen.
Si hablamos del sistema financiero, el
asunto todavía resulta más visceral. En los consejos de
administración de las cajas había representación ciudadana.
Supuestamente, concejales y diputados debían velar entones por el
correcto funcionamiento de estas entidades, para que el dinero del
ahorro de sus vecinos estuviera seguro y bien invertido. Su defecto
de celo también es culpa de los ciudadanos, por confiar en ellos.
Porque la situación actual de crisis económica sí es
responsabilidad de cada uno de los más de 47 millones de habitantes
del país. No por vivir por encima de sus posibilidades, sino por no
exigir a políticos, banqueros y demás entidades o colectivos que
manejan su dinero, un ejercicio constante de responsabilidad.
También se puede aplicar a empresas y
trabajadores, la diferencia estriba en que manejarán dinero público,
como sí hacen los anteriores, en contadas ocasiones.
Responsabilidad, sólo eso. El que no cumpla su cometido tiene que
rendir cuentas, no basta con pedir disculpas. Por norma general ya
sucede en el ámbito de la empresa privada y también debe ser así
en lo público, donde parece que todo funciona al revés.
Mucho podría contar Fran Llorente,
exdirector de los servicios informativos de Televisión Española, de
responsabilidad. Desde el 2004 ha recibido más de 200 premios para
su equipo por su excelente labor periodística. Ha sido tan
responsable en su trabajo, reconocido internacionalmente, que ha sido
relevado de su cargo en favor de Julio Somoano. Las primeras medidas
del nuevo responsable de los informativos de TVE, eliminar a la
mayoría de jefes de sección, incluso a la directora de Radio
Nacional, que tantos reconocimientos habían recibido. Todo un
ejercicio de responsabilidad.
La duda es si tendrán el mismo trato
los imputados en Bankia o el Urdangarín de turno, siempre que llegue
a demostrarse su culpabilidad. Porque la justicia también merece una
última mención. Desde pequeños aprendemos que la justicia es
independiente. No obstante, en los máximos más altos, hay jueces
conservadores y progresistas, cuando sólo debería valer con ser
juez. Casi siempre se sabe el resultado de una votación en el seno
del Consejo del Poder Judicial antes de que se produzca y eso, cuanto
menos, hace cosquillas en la espalda.
Podríamos seguir con más ejemplos,
pero la extensión y sobre todo las ganas de escribir en verano, se
reducen. Que cada palo aguante su vela con responsabilidad y sentido
común. Y si no cumple su cometido.... a los tiburones, sea peón de
albañil o presidente del gobierno.
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