Cipión y Berganza: peregrino o turigrino

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y las Camachas, y da nombre a nuestra asociación. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ladrando  más a favor de quienes hacen el Camino de Santiago como peregrinos o como turigrinos.

Cipión: peregrino
Amigo Berganza, una vez más voy a aprovechar este momento milagro de habla entre nosotros, que excede los términos de la naturaleza y que nos permite expresarnos con discurso como si fuéramos capaces de razonar, para poner en valor la importancia de hacer el Camino de Santiago ¡como Dios manda!, esto es, siendo un peregrino y no un turigrino o turiperegrino. Así, según la Xacopedia, dichos términos “provienen de “turista” y “peregrino” como palabra del argot del Camino de Santiago surgida para referirse de forma crítica a las personas que realizan el Camino sin ánimo de trascendencia y sin acabar de entender y aceptar los conceptos de hospitalidad, solidaridad, compañerismo y sobriedad que son, para muchos peregrinos y hospitaleros, esencia de la ruta jacobea”.
En este sentido, el turigrino es un turista que ni carga con la mochila, ni duerme en albergues y concibe hacer el Camino como un acto de consumo insustancial. Este nuevo modelo ha propiciado la aparición de muchos tipos de negocios: desde empresas de recogidas de maletas, hasta un incremento exponencial en el número de plazas hoteleras. La plataforma Gronze.com -especializada en el Camino de Santiago- degrada dicho término aún más y establece una nueva subcategoría denominada el “cutregrino”, aludiendo a “un personaje que se caracteriza, básicamente, por hacer el Camino a costa de los demás. Sin embargo, su razón de ser y existir no es, como en el pasado, la necesidad, o sea, la falta de pasta, sino una vocación que mezcla la picaresca clásica con la dinámica del aprovechado profesional de turno.”
Querido Berganza, en estos tiempos modernos donde todo cambio se hace de manera tan rápida, estamos perdiendo la esencia del Camino de Santiago; el verdadero peregrino siente la llamada de la histórica ruta motivado por razones espirituales o religiosas haciendo gala de su devoción que profesa al Apóstol Santiago. La cantidad de monumentos históricos, tales como iglesias, el arte y una rica tradición cultural también hacen poner en marcha al verdadero peregrino; destacan -igualmente- otras razones más introspectivas como podrían ser el autoconocimiento, la reflexión, encontrar respuestas a preguntas importantes y tomar decisiones significativas, conexión con la naturaleza, superación personal, desafío físico y mental o simplemente mejorar la salud; descubrimiento de nuevas amistades y culturas, y el disfrute gastronómico también mueven al verdadero peregrino. Cada peregrino -amigo Berganza- encuentra su propia motivación en la combinación de estas experiencias a lo largo de la ruta jacobea.
Yo -querido Berganza- prefiero esta vertiente más tradicional y evitar que me critiquen con el siguiente dicho: “El turigrino, exige; el peregrino, acepta” para poder así estar legitimado cada vez que de manera genuina y sentida me deseen “Buen Camino”.
Berganza: turigrino
Amigo Cipión, eres un perro romántico y nostálgico, de esos que añoran cualquier tiempo pasado creyendo que siempre fue mejor.
No comparto contigo esa visión que tienes del Camino de Santiago y del peregrinaje. Esa sensación de que hay que seguir llegando hasta la tumba del Apóstol igual que en la Edad Media para poder sentirse un peregrino de verdad: sufriendo los caminos con las alforjas a cuestas, maldurmiendo en el primer catre que se encuentra, partiendo desde Roncesvalles, Somport o cualquier otro lugar a ochocientos kilómetros de Compostela, alimentándose por mera necesidad fisiológica, impulsado por un sentimiento religioso o místico.
Ya te digo, Cipión, que ni siquiera hace mil años ese Camino idealizado que imaginas era así. Eran la falta de recursos económicos y medios de transporte los que obligaban a los peregrinos a recorrerlo de esa manera. Bien que nobles y reyes daban de lado a todas esas penurias y llegaban a Santiago con mucha más comodidad y seguridad.
A la inmensa mayoría, eso sí, no le quedaba más remedio que dedicar semanas fuera de casa para llegar hasta Compostela, sorteando los peligros de todo tipo que entrañaban los viajes entonces, tratando de sobrevivir con el escaso dinero que les acompañaba. Había que tener mucha fe o sentirse impulsado por una circunstancia interior importante para aventurarse a ello.
Añade a ello, cánido amigo, las vicisitudes de los siglos XIX y XX: guerras napoleónicas y carlistas, desamortización y bandoleros, guerras mundiales y civil española, aumento del laicismo social. Muchas trabas que sortear para llegar hasta el Apóstol. El Camino de Santiago parecía herido de muerte.
Sin embargo, Cipión, quedaban algunos nostálgicos del Camino, como tú, pero de mente más abierta; convencidos de poder recuperarlo pero sin anclarse en el pasado, abriéndolo a los nuevos tiempos y a todo tipo de gente y edades.
Así, supieron entender, y vender, que hay muchos Caminos: el religioso, el místico e introspectivo, sí; pero también el de la actividad física saludable, el del contacto con la naturaleza, el histórico, artístico y cultural, el social, el gastronómico, el de superación de retos personales. Incluso el del postureo, que siempre ha existido, ahora en redes sociales.
Recuperaron distintos recorridos para llegar a Santiago, no solo el famoso Camino Francés, que se pueden hacer desde más o menos lejos, todos igualmente seguros, bien señalizados y repletos de hospedajes y lugares donde comer de distinta índole. Con empresas dedicadas a transportar los pesados equipajes y hacer posible la experiencia a personas con peor condición física o con edades mayores o menores. Con los medios de transporte actuales y la facilidad para viajar hasta el punto de inicio y desde el punto de finalización, permitiendo que gente que no dispone de semanas de asueto para realizar el Camino desde lejos del tirón pueda completarlo por tramos.
Incluso la Unión Europea, con su libre circulación de personas, su moneda única y su afán de construir Europa a través del Camino, ha ayudado a hacerlo más factible.
Con todos estos mimbres, está claro que el Camino de Santiago se he convertido también en un producto turístico. Hoy en día todo es susceptible de ser comercializado para obtener pingües beneficios. ¿No lo va a ser la ruta jacobea? ¿Conoces, Cipión amigo, alguna otra oferta que mezcle tal cantidad de alicientes? Si ello repercute positivamente en los lugares por donde transcurre, estupendo.
La cuestión es que todos estos aspectos han hecho que el número de peregrinos crezca cada año. Cada uno con sus circunstancias, con sus motivaciones, con su manera de llegar a Santiago. Desde todos los lugares del mundo, de todas las clases sociales, culturas y edades, retomando esa idea iniciática del Camino como ruta universal que no entendía de fronteras nacionales, lingüísticas o culturales. Donde lo importante y fundamental es tu propio camino, con minúscula, y no la forma en que recorres el Camino, con mayúscula.
Un Camino que puedes realizar numerosas veces, en diferentes épocas de tu vida, y que cada una de ellas se convertirá en un camino distinto, aunque el recorrido sea el mismo.



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