¡¡Guauu, guauu, que viene el hombre!!, por Paco Vílchez


Según dicen los que tienen o han tenido can, “el perro es el mejor amigo del hombre”, o que “cuanto más conozco a los humanos más quiero a mi perro”. Pero será importante también tener en cuenta que estos lobos domesticados, o así lo dicen los textos, defecan, miccionan, ladran, sueltan pelo y muerden.

En un país como el nuestro con cuarenta y ocho millones de habitantes, y nueve de perros, es bastante complicado acostarte un día sin ver ni un solo can.

La domesticación ha llegado a tal extremo que, en algunos casos, los perros ya han conseguido tener a sus amos a sus órdenes. Tal es así que la industria en torno al mundo de las mascotas no para de crecer. En el 2020 la facturación en torno a este sector alcanzó en España los 2.000 millones de euros, y sin dejar de crecer. A nadie le extraña ya ver un anuncio de televisión en el que se pide ayuda para los desplazados en guerras y a continuación otro de comida gourmet para perros o gatos. Las peluquerías caninas se han disparado, las clínicas veterinarias, también. En el más pequeño de los supermercados hay estanterías con alimentación, juguetitos o accesorios para estos. Playas, parques temáticos, residencias. Incluso hay quien liga en los parques gracias a sus perros. Salir a correr, pasear o andar por las ciudades y no encontrarte a ningún perro es prácticamente imposible.

Según Kim Jong-un, el perro representa la “decadencia” de Occidente, por eso los ha eliminado todos de Pyongyang, capital de Corea del Norte. Defender a este individuo carece del más mínimo atisbo de lógica. Pero lo de “decadencia” me dejó pensando un poco… El aislamiento al que avanzan a pasos agigantados las sociedades occidentales, vía nuevas tecnologías, está contribuyendo sin duda a que cada vez más personas ocupen sus necesarios espacios sociales acompañados de mascotas. Y en este punto el perro es el rey. Sin duda, que en España haya un perro por cada cinco con tres ciudadanos es un síntoma inequívoco del momento en el que vivimos. Perros por aquí y por allí, en viviendas de sesenta metros, durante horas y horas. Esperando angustiosamente la hora de salir para lo que llamamos “hacer sus necesidades”.

Para algunas personas, el vínculo emocional de compartir su vida con un perro es a todas luces enriquecedor, incluso el criar a uno o varios hijos bajo esos estímulos. Demostrado queda que incluso puede ser una buena terapia en situaciones concretas.

Pero claro, estos cagan, mean, ladran e incluso algunos, muerden. Y llegado a este punto, o los dueños demuestran un alto grado de civismo o nos vemos como nos vemos. Sorteando al caminar los cientos de excrementos que ensucian nuestras calles. Imposible mirar al frente o alzar la vista más de la cuenta para no llevarte un recuerdo a casa. De vergüenza, de vergüenza ver campar a los canes como caballos por los parques, e incluso mearse y cagarse en el césped.

De vergüenza, vamos. Este es el nivel de sociedad que estamos construyendo, donde en muchas ocasiones los perros superan en derechos a los humanos.

Lo dicho, los canes han ganado en la batalla de domesticar; sin duda, “el hombre se ha convertido en el mejor amigo del perro”.

Meter a todos los dueños en el mismo saco estaría fuera de tono. No me cabe la menor duda. Es más, estoy seguro que los que aman a los perros saben darles su lugar en la sociedad y en sus vidas propias y que están tan asqueados como yo con aquellos que andan justos de civismo.

Pobres perros, pobres hombres.

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