El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas, y da nombre a nuestra asociación. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ladrando a favor y en contra de la inteligencia artificial.
Cipión: ¡Viva la IA!
Querido Berganza, aprovecho la oportunidad que nos brinda este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón, para relatarte las bondades de la inteligencia artificial (“IA”), entendida como el campo de la informática que se enfoca en crear sistemas que puedan realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción.
La IA ha venido para quedarse. Así lo demuestra el impacto que está teniendo en ámbitos como la enseñanza, el mercado laboral, la ciencia, la sanidad, etc.; no en vano, la IA libera a las personas de tareas rutinarias y repetitivas y permite que estas puedan destinar más tiempo a desarrollar funciones creativas, de ahí el éxito que su implantación y desarrollo están adquiriendo.
Paso a continuación a destacar, querido Berganza, algunas de sus bondades. La IA permite la automatización de procesos y el análisis constante de datos permitiendo que los equipos puedan dedicar su tiempo a actividades más estratégicas e innovadoras y menos repetitivas. De esta manera, los errores humanos se reducen al mínimo y se incrementan los resultados más precisos, ya que las máquinas son capaces de detectar ciertos fallos que no se pueden ver a simple vista. Ejemplo de ello lo tenemos en el campo de la medicina, donde los sistemas de diagnóstico por imagen emplean algoritmos de inteligencia artificial para detectar anomalías con una precisión que sobrepasa la percepción humana. Estas capacidades reducen costes y aumentan la calidad del producto final.
Otra de las bondades de la IA es su pensamiento autónomo, que termina generando procesos que reducen los gastos y los errores ya que puede analizar miles de datos en apenas minutos y además tener en cuenta posibles actualizaciones de los mismos. La información bien sintetizada y actualizada ayuda a los profesionales a tomar decisiones estratégicas, tales como analizar tu proyecto, las transacciones realizadas junto con las tendencias del mercado y así poder encontrar la decisión más adecuada para tu negocio. En el ámbito financiero, por ejemplo, los algoritmos de IA pueden analizar grandes volúmenes de datos de mercado en tiempo real e identificar patrones y tendencias. Todo esto contribuye también a una mayor productividad a la vez que a una mejor toma de decisiones y mayor control en los procesos habida cuenta que optimiza la producción y la eficiencia. Así, en sectores como en el de la automoción, la IA supervisa las líneas de producción introduciendo cambios que reduzcan los errores y maximicen la calidad.
Ahora bien -amigo Berganza- según su propósito, los diferentes tipo de IA son los siguientes: (i) “machine learning” o aprendizaje automático, el cual es la capacidad que tiene una IA para aprender por sí misma; (ii) “deep learning” o aprendizaje profundo cuyo objetivo es recrear la forma en la que aprenden los humanos a través de redes neuronales; (iii) “reinforcement learning” o aprendizaje por refuerzo, el cual se inspira en la psicología conductista y su objetivo es permitir a la IA diseñar estrategias de manera automática; (iv) “generative adversarial networks” o redes generativas antagónicas que son un tipo de algoritmos que se implementan por un sistema de dos redes neuronales que compiten mutuamente; (v) “natural language processing” o procesamiento del lenguaje natural, el cual investiga cómo las máquinas se comunican con las personas para que comprendan y extraigan información relevante; (vi) “computer vision” o visión artificial que enseña a los ordenadores a “ver” e interpretar el contenido de imágenes digitales; (vii) “speech recognition” o reconocimiento del habla haciendo posible que los humanos se puedan comunicar con los ordenadores y viceversa; (viii) “knowledge graph” o grafo de conocimiento es una manera de representar relaciones entre entidades y crear vínculos entre datos y metadatos; (ix) “augmented reality” o realidad aumentada, considerado como un conjunto de tecnologías que permiten que el usuario interactúe con el mundo real mediante dispositivos que añaden información gráfica virtual.
Como puedes comprobar -querido amigo Berganza- la IA ya forma parte de nuestras vidas presentes y nosotros formaremos parte de su vida futura, por lo que conviene adaptarse a lo que se nos viene encima.
Berganza: ¡Muera la IA!
Querido Cipión, lo que me asusta de la inteligencia artificial no es que las máquinas aprendan, decidan y lleguen a suplantar a los humanos. Lo realmente terrible de la IA es que está concebida y programada por humanos y eso conlleva que en su interior convive tanto todo lo bueno que hay en esa especie como todo lo inhumano que llevan dentro. La tecnología es neutra, pero los seres humanos pueden actuar como hijos de perra.
Los gurúes de las nuevas tecnologías dicen que no debemos ser tecnófobos, que ya ha habido muchas revoluciones tecnológicas antes y la Humanidad las ha llevado a buen puerto. Y por supuesto, todo serán bondades: las IAs permitirán aumentar la productividad, automatizar tareas, harán la compra, la declaración de la renta, reclamarán las multas o escribirán un currículo mucho mejor que cualquier humano medio.
La IA puede ya generar resultados originales, tal como lo haría un humano: leyendo y componiendo algo nuevo a partir de las fuentes de las que ha bebido. Y por esta capacidad generativa y creativa viene la gran diferencia de la revolución digital respecto a revoluciones tecnológicas previas: es la primera vez que una tecnología viene a sustituir al trabajo intelectual. Antes, las nuevas tecnologías suponían un cambio en los modos de producción y, como consecuencia, en el trabajo y los modos de vida. El dominio del fuego permitió cocinar. La agricultura eliminó el nomadismo. La revolución industrial abarató la producción de bienes antes reservados a las clases altas (ropa, jabón, vehículos, etc.). La era del petróleo permitió la aparición del transporte privado. Todo ello destruyó unas formas de trabajo manual (la agricultura y el fuego acabaron con los cazadores-recolectores, la industria arrasó a los artesanos y los coches terminaron con las casas de postas, las diligencias y la tracción animal). Pero, la IA no solo traerá cambios en los trabajos manuales y los hábitos de vida. Serán los trabajos administrativos, educativos e intelectuales los que se vean comprometidos, paradójicamente, los trabajos de las clases medias y las élites.
Más allá del sistema económico, lo que sí tiene en común la IA con los inicios de las revoluciones tecnológicas anteriores es que su explotación comercial está en manos de unas pocas compañías, que acaparan los nuevos desarrollos y mercados. Estas compañías, a través de los algoritmos de búsqueda y de generación podrían acabar controlando cómo se generan documentos de todo tipo, dando lugar a informes sesgados para empresas, gobiernos o ciudadanos. La cantidad de decisiones que se podrán tomar mediante IAs o basadas en información creada por ellas es inimaginable e incontrolable.
Y de fondo, ocurrirá como en revoluciones tecnológicas anteriores. Todas las innovaciones tecnológicas nacieron con la promesa de simplificar la vida de la gente. Sin embargo, todas han acabado acelerando el ritmo de los tiempos, llevando al ser humano a la cronopatía: el tiempo que liberaron las máquinas clásicas, y ahora las IAs, se invierte en hacer todavía más cosas, estar más ocupados, hacerlo todo más rápido. ¿El correo electrónico? Obviamente es más rápido que una carta; por eso ahora tienes que contestar y enviar más correo. ¿Los servicios de vídeollamada tipo Google Meet o Microsoft Teams? Ahora tienes más reuniones que antes, no menos; porque el coste y el esfuerzo para convocar en línea es muy inferior a organizar reuniones presenciales. Pues esto será una broma si se compara con la aceleración en los tiempos de trabajo que puede llegar a generar la IA.
Me dirás que la IA es inevitable, que no se puede detener el avance de los tiempos, que la destrucción de trabajos se verá compensada por nuevas profesiones. Todos los revolucionarios industriales de todas las épocas prometieron lo mismo. Y después de las promesas, las tecnologías y los hijos de perra que las controlan nos dejaron las consecuencias: el paro de las “reconversiones” industriales, la tecnificación de la guerra y la bomba atómica, la destrucción ambiental y el cambio climático. Lo que puede hacer la IA es extraordinario, las consecuencias que traerá no lo serán menos.
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