Cuaderno de viaje: Nepal, por Javi Ruz Cerezo


Recientemente, motivos laborales me llevaron a estar tres semanas fuera de España; en concreto mis destinos fueron los emiratos de Dubái y Abu Dabi en la costa del golfo Pérsico y el país de la República Federal Democrática de Nepal. Esta vez conseguí sacar unos días libres al final de mi estancia que me permitieron hacer un poco de turismo en los siguientes lugares nepalíes: Pokhara, parque nacional de Chitwan y la capital Katmandú, en los cuales me voy a enfocar en las siguientes líneas.

Hay varias alternativas para llegar a la ciudad de Pokhara desde Katmandú dependiendo del presupuesto, tiempo y atrevimiento con los que cuentes. En coche o autobús, un recorrido de unos 197 kilómetros se puede convertir en una odisea de unas seis horas en época normal; durante la temporada de lluvias y monzón, olvídate del transporte por carretera. Yo me decanté por el avión de hélice en la compañía aérea Yeti: un trayecto agradable de apenas media hora que te permite unas vistas privilegiadas del valle de Pokhara y del macizo montañoso del Annapurna y de sus grandes picos -entre los que se encuentra el Annapurna I (8.091 m de altitud) y el Machapuchare (6.993 m. de altitud), cuya escalada está prohibida por motivos estrictamente religiosos-. Pokhara es la segunda ciudad más poblada de Nepal; con una atmósfera mucho más tranquila, su vida se hace alrededor del lago Phewa, donde sus barquitas de colores nos llevan en un recorrido mágico por los silencios y naturaleza del valle. Pokhara es de las mejores ciudades de Nepal para iniciar rutas de senderismo, ya sea de alta montaña o a través de su valle.

150 kilómetros separan a Pokhara de mi siguiente destino: el parque nacional de Chitwan. Un trayecto que por carretera te podría llevar más de cuatro horas pero que se hace en apenas 20 minutos en avión. Chitwan es el primer parque nacional de Nepal: creado en 1973 y declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1984. Abarca una superficie de más de 932 km² y protege a varias especies animales en gran peligro de extinción, como el rinoceronte indio, el tigre de Bengala, el elefante salvaje o los cocodrilos de las marismas y el gavial (especie de saurópsido del orden Crocodilia caracterizada por un hocico muy flaco y adaptación a una dieta a base de peces). La mayoría de turistas pernoctan en el pueblo de Sauraha, pero lo mejor es alojarte en algún resort dentro del propio parque nacional para disfrutar de los sonidos que te brinda el mismo parque. De obligado cumplimiento son realizar un safari en jeep y un paseo en canoa por el río Rapti.

Ya de vuelta, me embarco de nuevo para regresar a Katmandú ciudad. Ubicada en mitad del valle, esta urbe ofrece mercados ancestrales, pagodas (como la de Boudhanath Pashupatinath) y las sonrisas de sus locales macerando uno de los lugares más espirituales del mundo. No te pierdas el bullicio del barrio de Thamel o la espiritualidad de la plaza Durbar -Patrimonio de la Humanidad- y donde aún hoy se pueden ver los estragos del terremoto que asoló el país en abril 2015. En breve recorrido en coche, como si de una extensión de Katmandú se tratara, se puede visitar Patan (Lalitpur) -la “ciudad perdida” de Nepal- donde podrás descubrir lugares de ensueño como el Templo Dorado o el Templo de los 1000 Budas, además de una plaza Durbar simplemente espectacular con un museo bastante bien organizado e ilustrativo. A pocos kilómetros, en las afueras, se ubica Bhaktapur (“Ciudad de los Devotos”), que debido a su importancia durante las rutas comerciales entre India y el Tíbet la convierten en un lugar con un gran poso histórico e identidad propia. Al pasear por sus calles se respira una atmósfera mística; destacan la plaza Durbar, la plaza de los alfareros de Bhaktapur o templos como el Vatsala o el Nyatapola, una pagoda de cinco plantas envuelta por estatuas de elefantes y deidades nepalíes.

Fue mi segunda visita a Nepal y regresé pensando que no hay dos sin tres.



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