Cancelado, por Paco Espejo


Con este título podría estar refiriéndome a la última decisión de Netflix sobre tu serie favorita o a un asunto un poco más serio, la cancelación de personas. Semánticamente la RAE nos ofrece tres definiciones: anular algo, pagar una deuda y borrar o abolir una cosa. Por lo tanto aún no se recoge la acepción que aquí vamos a tratar y que es tan propia de nuestro tiempo, basta con ojear Twitter un rato para toparse con numerosas cancelaciones a diversos personajes de actualidad.

Debemos, pues, definir qué es una cancelación de una persona: se trata de la invalidación de sus opiniones y prácticamente su existencia de todas las áreas sociales, a raíz de la publicación de un comentario o apoyo a una postura que pueda ser considerada como ofensiva. Para entenderlo me valdré de algún ejemplo: usted escribe en cualquier red social un chiste de dudoso gusto, se monta a un avión y cuando vuelve a recuperar internet en su destino se da cuenta de que una serie de personas se han sentido tan ofendidos que le han colocado una enorme serie de calificativos, e incluso han presionado a su empresa para que prescindan de sus servicios a riesgo de ser tildados con sus mismos epítetos. O bien, usted escribió ese mismo chiste hace años sin ninguna repercusión y ahora, ¡qué sorpresa!, ha alcanzado la fama y sus adversarios lo usan como arma arrojadiza contra vos.

Quien dice un chiste, dice una opinión que se salga de la norma, comentario desafortunado, actitud reprochable puntual… Esta “cultura de la cancelación” cuenta con numerosos entusiastas entre los que habitan en las redes y ven con esta persecución y censura una forma de “resarcir el honor” ante la ofensa cometida. Han sufrido esta cancelación personas famosas a nivel internacional como JK Rowling, autora de la saga infantil Harry Potter, Woody Allen o varios instagramers y podcasters ya a nivel nacional.

Es cierto que este fenómeno está más extendido en tierras norteamericanas, donde personalidades de la talla de Barak Obama han afirmado que están en su contra, ya que está en la naturaleza de las personas equivocarse y meter la pata, la gente tiene defectos y no por ello hay que cancelarla. Quizás deberíamos hacer caso al ex-presidente y Nobel de la Paz en eso de intentar ser más compasivo con el otro cuando se equivoca, indicándole dónde humildemente creemos que está el error en vez de intentar opacarlo y aplicarle una censura más propia de otras épocas.

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