Cipión y Berganza: extinción humana o natural

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas, y da nombre a nuestra asociación. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ladrando sobre si la extinción de nuestra civilización será por causa humana o natural.


Cipión: extinción humana
Querido Berganza, llevo dos meses sin poder oler el culo de ninguna perrita. Hace unas semanas enfermé con un virus extraño: fiebre, ladridos secos y cansancio. El veterinario me ordenó que no ladrase en habitaciones cerradas y que dejase un metro y medio de distancia al perro más cercano. Ya estoy recuperado, pero no distingo los olores ni la comida me deja sabor alguno. La cuestión es que mi dueño me contagió un virus humano sintetizado en un laboratorio y que podrían haber diseñado como arma.
Y es que a los humanos les encanta matarse entre ellos. No solo con virus de diseño. Ahora parece que andan en una guerra iniciada por un señor con unas armas capaces de destruir el planeta con solo apretar un botón. Lo curioso es que este señor odia a otros señores. Pero todos estos señores no se pelean entre sí, sino que han mandado a miles de soldados que no tienen nada unos contra otros para que peleen por ellos. Así llevan ya unos miles de muertos sin saber muy por qué rayos se están peleando. Y todavía más extraño es que todo el mundo está muy atento a esta guerra porque les queda cerca de casa, cuando al mismo tiempo hay otras peleas igual de sangrientas en otros lugares. Pero estas quedan lejos de nuestras casetas. Y a esas guerras nadie les presta la menor atención. Son raros estos humanos. Los perros solo nos peleamos para ser los reyes de la manada. Y lo hacemos cara a cara, no usando esos chismes tan complicados ni mandando a otros en nuestro nombre.
Y hablando de culos, a los humanos también les pasa que les cuesta mucho mover el suyo y han inventado unos carruajes con motor para no tener que andar. Mi dueño tiene uno de estos cacharros y a veces me sube en él, pero me embute en una jaula minúscula de plástico. Un viaje ahí da mucho susto: va muy pero que muy rápido. Tiene un motor que hace ruido, se recalienta y lanza gases por detrás. Todos los humanos quieren tener uno de esos coches, cuanto más grande, mejor. Y los alimentan con unos líquidos que extraen debajo del suelo. Dentro del motor del artefacto, los líquidos se queman y emiten los humos de los que te hablaba. Como los humanos son tan vagos, tienen tanta prisa y han perdido el gusto por un buen paseo, usan de manera continua esos vehículos, como si hubieran olvidado cómo se anda. Y lo peor es que el uso masivo de coches ha ensuciado la atmósfera con gases y el mundo se ha recalentado. Las temperaturas suben y suben. Las estaciones se han confundido y ya no llegan puntuales. Las cosechas se alteran, apenas llueve y no hace nunca frío. Si siguen así, ese calentamiento será irreversible por siglos y nos van a extinguir a todos los seres vivos.
Antes, los humanos tenían miedo a que meteoritos, erupciones o terremotos destruyesen el planeta. Ahora, somos todos los demás seres vivos del planeta los que tenemos miedo a los humanos. Con sus armas explosivas y biológicas, sus artefactos contaminantes y su voluntad insaciable de conquistar, dominar la naturaleza y esquilmar todo lo que el planeta les ofrece; los humanos se han convertido un peligro para ellos mismos, para nosotros los cánidos y para todo bicho viviente. El fin del mundo llegará, es ley de vida que este Sol se apague algún día. Pero intuyo que no tendremos que esperar tanto, si no es una explosión nuclear será el cambio climático acelerado por su inconsciencia. Está claro que los seres humanos han llegado a un punto de enajenación tal que se bastan ellos solos y sus chismes tecnológicos para acabar con toda la vida en el planeta.
Berganza: extinción natural
Coincido con tu análisis -estimado Cipión- de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra; es más, yo diría que tropezar solo dos es poco para el género humano y su estulticia demuestra que tropieza tres, cuatro, cinco y así indefinidamente. Las tropelías que la humanidad está llevando a cabo en el planeta podrían llegar a acabar con la vida y con la Tierra en sí.
No obstante, amigo Cipión, yo soy de la opinión de que la Tierra es un ser vivo e inteligente en sí misma -tal y como defiende la teoría Gaia-, que se formó a partir de un meteorito, que fue aumentando de tamaño con la caída de otros muchos y que probablemente muera cuando el Sol se consuma y explote. Así, algunos académicos la ven como un cúmulo de “bacterias”; otros, como la combinación de ciertos elementos químicos. Sin embargo, existe un consenso general en que lo viviente se caracteriza por su capacidad de autorregularse, mantener su estructura interna y autorreplicarse, esto es, la vida permite la existencia de la vida en la Tierra. Por este motivo, el ser humano es un ser insignificante para nuestro planeta que carece del prestigio como para llevar a cabo algo tan importante como la decadencia de la civilización. Sí es cierto -amigo Cipión- que se están llevando a cabo actos como los que relatas que contribuyen al principio del fin, pero la estocada final vendrá por otros motivos ajenos a la estupidez humana.
Así, a lo largo de la historia de la humanidad la Tierra ha ido dando avisos a los seres humanos de su insignificancia y de la necesidad de respetar unas normas de convivencia con el planeta que habitamos o bien las catástrofes naturales irán en aumento. Como ejemplos más significativos tenemos la erupción del volcán Vesubio en Pompeya (año 79), que sepultó a la ciudad con sus 22.000 habitantes. En 1887 -después de varios días de lluvias incesantes que desbordaron unas presas causando una inundación masiva- se produjo la crecida del río Amarillo (río Huang He), que azotó el norte de China y mató entre 900.000 y 2.000.000 de personas, siendo uno de los desastres naturales más mortíferos registrados. En 1960 tuvo lugar el terremoto de Valdivia -conocido también como el Gran Terremoto de Chile-; fue un sismo de 9,5 de magnitud y 10 minutos de duración, convirtiéndose así en el más potente registrado en la historia de la humanidad. En 1970 el ciclón Bhola -que nació en la Bahía de Bengala y llegó a las orillas del delta del Ganges- con categoría 3 y vientos superiores a los 200 kilómetros por hora, combinados con una marejada ciclónica excepcionalmente fuerte, azotó la costa de esta región particularmente poblada cifrando en 500.000 el número de víctimas estimadas. En 2004 se produjo el tsunami de Indonesia -un terremoto submarino con epicentro en la costa del oeste de Sumatra- que ocasionó una serie de olas devastadoras a lo largo de las costas de la mayoría de los países que bordean el océano Índico, matando a un total de 229.866 personas. Y así podría seguir con numerosos ejemplos más de catástrofes naturales.
Por tanto, amigo Cipión, podemos estar tranquilos de que todas esos actos negligentes o deliberados de los humanos que relatas no nos van a extinguir, sino que será la Tierra quien con su inteligencia acabará consigo misma y de paso con todos nosotros. De ocurrir así, merecido lo tendrá la humanidad.




















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