Ya sé que se trata de un tema bastante manoseado y sobre el que casi todo el mundo ya ha vertido su opinión, pero esta vez quiero aportar mi pequeño granito de arena tratando de ver qué hay más allá de las criptomonedas.
Primero,
se hace necesario saber un poco de dónde vienen. Para ello creo que es
conveniente remontarse a la crisis económica de 2007, cuando los bancos
centrales de los distintos países empezaron a emitir moneda para rescatar a las
instituciones financieras que estaban a punto de quebrar y con ellas los
ahorros de los ciudadanos. Estas actuaciones, que hacían que el valor real de
la moneda bajase, cabrearon a bastante gente, por lo que en 2009 Satoshi
Nakamoto lanzó el Bitcoin y su software de referencia. Hasta aquí esta pequeña
lección de historia.
Todo
esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿son el Bitcoin, y en general las
criptomonedas, verdaderas monedas? Las dos características básicas que debe
tener para ser una moneda son las siguientes: medio de pago y depósito de valor.
Las
criptomonedas se pueden usar como medio de pago, pero su volatilidad hace
bastante difícil que exista una estabilidad en los precios. Esto nos hace
recapacitar sobre el segundo punto: es difícil que una criptomoneda sea un
depósito de valor cuando su valor es tan variable y oscilante.
Cabe
en este punto recordar lo que pasó en Holanda en el siglo XVII: durante 1636 y
1637 el valor del bulbo de tulipán creció espectacularmente. Todo empezó por la
fascinación de las clases pudientes por esta flor, traduciéndose,
inmediatamente, en una exponencial revalorización de los bulbos de esta flor.
La gente en Holanda llegó a hipotecar barcos, casa y negocios para poder
especular con un bien que cada día iba subiendo de precio. Parecía el negocio perfecto,
hasta que en un determinado momento alguien hizo la pregunta que explota todas
las burbujas: ¿de verdad esto vale tanto? Tras esta crítica pregunta el valor
del bulbo volvió a la normalidad y mucha gente se arruinó por el camino.
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