El hundimiento de la Mercedes según Amenábar, por Manuel Bellido Mora


A veces, la leyenda y la vida real compiten por alcanzar cotas extraordinarias. Y esto justamente es lo que sucede con Diego de Alvear y Ponce de León. Su existencia fuera de lo común no pierde brillo sino que se agiganta con el paso del tiempo. Ha dado pie a novelas (Las dos vidas del capitán, Maria Pau Domínguez) o películas como Way Down, de Jaume Balagueró, en la que también flota vagamente, en esa neblina confusa de lo fantasmal, la fabulosa carga hundida. Ahí parece estar en un revoltijo histórico donde además, para más lío, se mezcla al pirata Francis Drake. Todo esto ha emergido desde el fondo del mar y ha saltado a los noticiarios en el largo contencioso internacional por el expolio cometido por la empresa cazatesoros Odyssey. Y ahora lo encontramos igualmente, sin demasiado rigor en los datos, en La Fortuna, la creación de Alejandro Amenábar, basada en el cómic, o novela gráfica, de Paco Roca y de Guillermo Corral. Bueno. Es verdad que está ahí, aunque con la identidad alterada.

Lo vemos brevemente en cuatro de los seis episodios de esta muy publicitada teleserie; eso sí, por el camino le han cambiado el nombre. Resulta que en esta ficción apoyada en hechos reales, a nuestro héroe liberal lo han rebautizado con el nombre de Don Diego de Alba y Cifuentes. Al menos, le han conservado el nombre de pila. Y en cuanto a los apellidos, aunque no son los suyos, sí que mantienen ese tono aristocrático que es del mayor agrado de los genealogistas y lectores del Hola y que, además, tanto lustre confiere a las narraciones de aventuras y batallas marineras. Y esta de Amenábar tiene todos estos ingredientes y muchos más para hacerla interesante y atractiva.

El actor extremeño nacido en Cáceres, Nico Romero, lleva a buen puerto su cometido, si bien su papel se limita a los escasos momentos de recreación histórica que contiene La Fortuna. De ahí no pasa.

Tiene buen porte y, embutido en su vistoso uniforme, a este oficial engalanado le cuadra el tono de epopeya y sacrificio que adquiere la narración cuando toca presentarlo. Es Don Diego de Alba, el marino que presenció el ataque en el que sucumbió casi toda su familia. “Fue un acto vil, que llevó a una guerra y cambió la historia de España y de Europa para siempre”.

“Era un hombre de profundas convicciones. Un hombre de estado. Un buen español”. De él, también se dice que su misión era “proteger el oro por el bien de su país”. Tal parece que ese carácter de luchador se condensa en el propio espíritu de esta serie, que su amor por la patria y por defender el patrimonio nacional está igualmente presente en los principales protagonistas de esta exitosa serie. De esto y de otros detalles hablamos con Alejandro Amenábar unas horas antes del estreno de La Fortuna en el Festival de San Sebastián.


- El hecho de que haya sido seleccionada por el festival de San Sebastián y así poderla visionar entera de un tirón es una experiencia curiosa porque, evidentemente, es una serie y está pensada para ser vista en diferentes entregas, pero no para ser proyectada en una pantalla de cine, con todo lo que esto supone con el público presente, lo que te permite observar directamente sus reacciones.

Para Amenábar, lo esencial es la libertad al plantear su trabajo, sin perder de vista que lo que está contando, aunque sea una ficción, está firmemente relacionado con algo que realmente en parte ha ocurrido.

- Cuando adaptas, un cómic en este caso, cuando adaptas cualquier obra tienes que decidir si te separas de la obra o si te separas de cualquier tipo de realidad. Entonces, en este caso, nosotros decidimos ser fieles al espíritu de la obra, pero separarnos de cualquier vínculo con casos reales. Y es por esta razón por la que se han alterado nombres y se ha alterado todo lo necesario para que, por un lado, pudiéramos definir los personajes libremente y, luego, evitar tener demandas judiciales. No queríamos tener que rendirle cuentas a la realidad.


- La Fortuna relata un hecho, la recuperación del fabuloso tesoro hundido, cuyo desenlace todo el mundo conoce.

- La Fortuna es, sobre todo, una serie de aventuras. Y una buena serie de aventuras siempre termina bien. Entonces yo creo que una vez que arranca la serie ya sabes que nuestros héroes y heroínas van a conseguir sacar las cosas adelante. Lo interesante es ver la serie de peripecias que ocurren y que llevan a un final que debería ser feliz.


- Hay una trama romántica, asistimos a un juicio en tribunales americanos... todo esto le da cierto clasicismo a la manera de contar.

- Sobre todo, la serie lo que tiene es que es como un cajón de sastre, caben muchas cosas y, efectivamente, hay una historia de amor, hay una trama política, un largo pleito… Buscaba reunir el espíritu de todas esas películas que yo había visto de niño y de adolescente, que van desde Tiburón a JFK, y agitarlo todo como en una coctelera a ver qué es lo que salía.


- El largo litigio por el cargamento del barco hundido abre muchas posibilidades narrativas. Y posibilidad de destacar el trabajo subterráneo de los españoles que llevaron el peso en todo este proceso. Está claro que, al final, la imagen de España ha salido beneficiada al ganar un juicio tan complejo en la propia corte de Estados Unidos.

- Una de las cosas que hace la serie es rendir homenaje a los funcionarios que consiguen el éxito a pesar de las descoordinación, a pesar de la falta de medios… pero a veces se hacen bien las cosas en este país.


- Una de las claves del buen funcionamiento de la serie es la notable aportación de los actores norteamericanos, Stanley Tucci, y compañía, que hacen que el engranaje de esta maquinaria rinda a la perfección, como si fuera una película clásica. ¿Te has dejado, en esto, llevar por tus propios gustos?

- Sí, por supuesto. Uno siempre tiene sus referentes, pero yo creo que en esta historia, más que nunca, para mí unos muy claros han sido Spielberg y James Cameron. Como digo, ese cine que tanto me gusta de los ochenta y los noventa. Spielberg utiliza mucho el humor, utiliza mucho el contraste para el cambio de secuencias y eso precisamente es lo que he hecho para retratar los dos mundos: el mundo norteamericano y el mundo español. Y también, con cierta variación formal, aunque evidentemente, yo he dirigido toda la serie y hemos tenido el mismo equipo durante toda ella. Pero quería que a la hora de entrar en el mundo americano sintiera realmente que se está viendo una película americana, y al entrar en el mundo ministerial burocrático español, pues se ven cosas que van un pelín desajustadas. Y ahí, por ejemplo, utilizábamos más la cámara en mano, en general un modo de rodar más rápido y más dinámico.


- Me parece bien, como decías antes, la idea de homenajear al funcionariado, por el empeño que se puso, la tenacidad, en defender el patrimonio nacional.

- Sí, y además, en los tiempos que corren, que pintan no muy bien, quería contar una historia en la que se vea claramente que desde aquí se hacen las cosas bien y que el resultado narrativo tuviera ese poso de optimismo. Yo, sobre todo, he intentado dejar muy patente que el concepto optimista era muy importante en la serie. Y, por supuesto, conseguir entretener a la gente.


- La reconstrucción histórica del combate naval está muy conseguida, se ve que no se ha descuidado este aspecto, aunque sea una cosa tangencial. Se ve que se le ha dado importancia...

- El tema del pasado, el hundimiento, etcétera, estaba ya en el cómic, tenía su importancia, era un pequeño segmento dentro del cómic. Y Alejandro Hernández, mi coguionista y yo, teníamos muy claro que eso desde luego iba a formar parte de la serie. Queríamos que fuera una pequeña película, una vuelta al pasado durante unos minutos, y en ese sentido, sí que nos hemos documentado lo más posible porque a veces cuando retratas el pasado, pues se corre el peligro de caer en tópicos, en lo rancio, y queríamos que eso no sucediera, fuimos muy minuciosos en la investigación de cómo se comunicaban entre los barcos para que fuera lo más realista posible.


- ¿Conocías lo que le sucedió a Diego de Alvear, el hecho de que perdiera a casi toda su familia cuando fue torpedeado? ¿Y su milagrosa salvación, gracias a que él y su hijo mayor cambiaron de barco antes del ataque a la escuadra española?

- No conocía esta historia personalmente, la he conocido a lo largo del rodaje, pero, como digo, nosotros hemos creado un mundo paralelo, donde no nos hemos intentado ajustar forzosamente a los hechos. De hecho, nuestro personaje acaba en Inglaterra. Ya leyendo el cómic, tenía claro un tono tintinesco. Y cuando llegamos a la hora de plantearlo como serie, tenía claro que había que incorporar el sabor de los viejos clásicos. Y a mí me gustan los clásicos, me gustan los buenos, quería recuperar lo bueno de los clásicos.




Comentarios