El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas, y da nombre a nuestra asociación. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. En esta ocasión, ladrando sobre si prefieren la música de antes o la de ahora.
Cipión: música de antes
Berganza, melómano amigo, te podría decir, parafraseando a Jorque Manrique, que, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor; también en la música. Pero no. Como deja entrever el ilustre poeta castellano, no es más que una ilusión de nuestra mente, dejada llevar por la nostalgia y la añoranza, la que nos hace rememorar los sucesos pretéritos de tal forma.
Mi argumento para afirmar que la música de antes, la de la segunda mitad del siglo XX, por ejemplo, es mejor que la actual es social, cultural, político e histórico. Nada de géneros musicales o estilos, que no dejan de repetirse con más o menos acierto desde hace décadas, y a los que la fusión y mezcla son lo único que, de vez en cuando, sacan de su encasillamiento. Lo importante en la música son las personas: los cantantes, los instrumentistas, los compositores… Los músicos, en resumen. Y esos músicos han nacido, crecido y vivido en una época y en un contexto.
Sin querer retrotraerme demasiado en el tiempo, me vienen a mi perruna cabeza ejemplos como el flamenco, los sonidos afroamericanos o los sones caribeños, surgidos todos ellos como forma de expresión de las vicisitudes de unos pueblos señalados y reprimidos y como resultado de un crisol cultural.
Algo así ocurre en la segunda mitad del siglo XX, tras una Segunda Guerra Mundial o una Guerra Civil Española devastadoras y largas posguerras cargadas de penurias y miserias y, en el caso de España, represión dictatorial. La generación que se crió en ese ambiente deprimido es la que, en los 60, se encuentra que el mundo ha mejorado, que ya no es tan gris, que hay que abrirse a nuevas ideas, culturas, sustancias y normas, y decide vivir la vida como no pudieron hacerlo sus padres. Y todo eso lo trasladan a la música en una explosión de creatividad e innovación que ha dejado las más legendarias bandas y músicos del último siglo.
Origen similar es el de la Movida de los 80. Muere el dictador, llega la transición a la democracia, la juventud rompe con las normas impuestas, con el miedo a la dictadura y provoca la creación de un ambiente de libertad cultural y musical como no se había conocido en nuestro país en todo el siglo XX.
Las movidas raciales en el Detroit de los 70 y de la Motown, la reacción contra Vietnam y la canción protesta estadounidense, las tensiones sociales en el Reino Unido de la Thatcher y el punk y pop ochentero británico son algunos ejemplos más.
¿Qué ha sido de muchos de esos músicos décadas después? Deambulan de concierto en concierto, de programa en programa de televisión, tocando sin parar aquellos míticos himnos de entonces, obviando las más que olvidables composiciones que hicieron después, rememorando cualquiera tiempo pasado. Que para ellos fue mejor no por pasado, sino porque la época y circunstancias sociales de entonces les hicieron más creativos, ambiciosos e inquietos. Mira y compara a los Stones, por ejemplo.
La música, en definitiva, pulgoso Berganza, es un reflejo de la sociedad en la que se genera y de las circunstancias que rodean a cada época y entorno. Y la de ahora, como no podía ser menos, lo es de lo que llevamos de siglo XXI: millenials, generación Z, realities televisivos, videojuegos y redes sociales, individualismo, acomodamiento, corrección política, autocensura, industrias globalizadas que todo lo quieren controlar, terrorismo islámico, crisis económicas… ¿Cómo pretendes, pues, que la música de ahora sea mejor que la de antes?
Igual la siguiente generación, la que está creciendo ahora con el COVID y el calentamiento global, nos da una sorpresa no solo musical, sino social, y vivimos regeneraciones culturales, políticas y vitales como la del 68 o la Transición española.
Berganza: música de ahora
Deja de contarme milongas, querido Cipión. No hace falta que recurras a las manidas excusas de que ya todo está inventado y que hoy en el ámbito musical prima el cutrerío y la falta de originalidad. Falta de originalidad la del siglo XX, ¿o acaso te parece normal que 9 de cada 10 grupos se llamasen “LOS nosequé”? ¡Habrá simpleza más grande!
Respecto a la calidad, tu discurso se desmonta tan rápido como lo que se tarda en echar un vistazo al currículo de la peor orquesta de pueblo, quien más y quien menos se ha pasado el conservatorio dos y tres veces y maneja cinco instrumentos con los ojos cerrados.
¿Conoces a Picasso? Una vez se pasó la pantalla del arte clásico se puso a innovar y buscar nuevas formas de transmitir a través de la pintura. Un crack. Pues con la música actual pasa lo mismo, se buscan nuevos sonidos y nuevas de vías para llegar a nuevos públicos. Hay que mirar hacia adelante, o más bien escuchar hacia adelante; también hacia los lados, pues las influencias en un mundo globalizado nos permiten disfrutar del mestizaje e integrar ritmos y sensaciones.
¡Déjate de clásicos! Los tiempos cambian, y por mucho que ladres no me negarás que cuando escuchas el machaconeo del reguettón no se te van las patitas al unísono. Que los estadios se siguen llenando (COVID mediante) de miles de personitas, animales o cosas que corean nuevos himnos generacionales, te gusten más o menos. Dime que no te ha pasado estar en una fiesta o en la feria y que el bamboleo picante del último éxito te anima a menear el bullerengue hasta derramar la copa. Lejos quedan los espasmos yeyé, ahora se llevan otras bases rítmicas más sencillas, para que cualquier cachorro de vecino pueda bailar sin problema.
Y una razón de peso para defender la música del siglo XXI, querido Cipión, es que ya peinas canas en el lomo. Puede que cantar a tu amor de quince años te pareciera razonable el siglo pasado, pero los tiempos cambian y no creo que ni Paquirrín se atreviese a cantar una letra así hoy en día. No te niego que el autotune y cantar con la boca floja es una moda pintoresca, pero cuando los Beatles se despeinaron también hubo mucha gente que puso el grito en el cielo, y después, fíjate.
Recapitulemos, mi buen amigo. Nos encontramos ante la generación de músicos más preparada, y la que mayores posibilidades técnicas tiene para crear, innovar y alcanzar la perfección musical. Asimismo, tenemos al público que más música ha escuchado en la historia de la humanidad, y con la posibilidad de descubrir a golpe de clic cualquier sonido generado en el último rincón del planeta. Hay tanta oferta que para cualquier grupo alcanzar algo de visibilidad es muy complicado, en tal caso damos por hecho que solo llegan al gran público aquellos realmente buenos, los que consiguen ofrecer exactamente a los oídos del populacho lo que demandan, o quienes cumplen ambas razones.
Cipión, Cipión, déjate de pegoletes y abre tu mente y tus orejillas. Actualízate, no te conviertas en un integrista musical. ¿Acaso piensas que toda música pasada siempre fue mejor? ¿O es que te crees que la gente de a pie pone en la barra libre de su boda un allegro de Mozart? Me imagino a los canis barrocos, con sus coches tuning llenos de alerones, paseando por el paseo marítimo de Fuengirola con Vivaldi a todo trapo, y a esos grupos tributo a Beethoven que llenan plazas de pueblo en cualquier verbena que se precie.
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