La autocensura educativa: la utopía de la educación afectivo-sexual, por Alicia Galisteo Alcaide


El miedo está llegando al mundo educativo, toda la sobreinformación sobre el llamado “pin parental” está calando entre los docentes, y así se empiezan a replantear las actividades para el alumnado.

Hace unos días coincidí con un profesor de Filosofía y Ética y Valores en la ESO y en Bachillerato. Como se trata de una asignatura que contiene contenidos interesantes, le pregunté de qué forma la trabajaba con los discentes, así comenzó a contarme que les ponía algunas películas. Al preguntarle que me dijese alguna, me comentó que habían visto “Captain Fantastic”, la cual había sido visualizada por mí unos días antes. Cuando comenzamos a hablar sobre el film, hizo el comentario que me llevó a reflexionar: “estábamos viendo la película, pero antes de que saliera el padre desnudo la corté y la pasé, que las familias ahora te pueden buscar un problema”, decía justificándose. En ese momento me vino a la mente la censura que sufrieron en España películas como Mogambo u otras en las que los desnudos iban a perturbar nuestra querida moral.

Al mismo tiempo, me vinieron a la mente títulos que veíamos en mi etapa como alumna, donde no había esa censura aunque salieran personajes desnudos o manteniendo relaciones sexuales. Y la pregunta que me viene a la cabeza es, ¿qué ha cambiado desde 2006 a 2021? ¿Estamos evolucionando como sociedad o en una involución comedida y distraída entre tanta red social?

Los medios de comunicación y la clase política han calado en los docentes, que ahora vivimos con miedo a dar los contenidos transversales que nos obliga la legislación por si el alumnado le comenta a su familia que ha visto un pene en una película. ¡Vaya perversión y trauma!, mientras PornHub ha sido de las páginas webs más visitadas en la cuarentena y donde los niños y adolescentes aprenden la sexualidad desde la dominación, desde la violencia y con prácticas sexuales poco realistas.

Así, las familias se intentan convertir en el único agente socializador de los menores, educándolos según las creencias o ideologías propias. ¿Para qué conocer más allá? Muy equivocados debemos de estar como sociedad cuando no entendemos que los seres humanos nos educamos en comunidad, en la cual vivimos y en la que convivimos con identidades diversas.

La educación afectivo sexual es primordial para evitar relaciones tóxicas, para que los niños, niñas y adolescentes se conozcan y conozcan el mundo que les rodea desde el respeto y la diversidad, para que mantengan relaciones afectivas, amorosas y sexuales desde la salud tanto física como psicológica, para evitar embarazos no deseados… pero qué esperamos si, cuando las mujeres ponemos una foto en una de las redes sociales más utilizadas por los jóvenes como es Instagram y nos da por enseñar un pezón, nos censuran la foto como si estuviéramos incitando no sé muy bien a qué.

Desde la educación pública se debe fomentar la libertad de expresión, de cátedra, la libertad creativa y la censura no debe entrar en las instituciones públicas, y mucho menos en las aulas. Los docentes o educadores deben educar desde la esperanza y el amor de poner la raíz para una sociedad más respetuosa, más libre y más diversa porque el adoctrinamiento de los dos rombos lo dejamos en el siglo pasado, o eso creíamos.

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