Branko Milanovic, por Ofelia Ara

No hay ningún sistema económico que sea el sucesor evidente del capitalismo. De hecho, hoy día parece que es más poderoso y omnipresente que nunca. Partiendo de la premisa de que todos los sistemas evolucionan, ¿cómo lo hará el capitalismo? El progreso tecnológico será un acicate para un cambio cualitativo en la relaciones económicas, pero, ¿será positivo para la población o negativo? ¿Mejorará la desigualdad?

Branko Milanovic en su libro “Capitalismo, nada más. El futuro del sistema que domina el mundo” no da respuesta a estas preguntas. Quien busque cómo será el futuro de la sociedad global, en estas páginas no encontrará la solución. Pero si alguien se interesa por saber las causas de la divergencias entre las rentas, este es el libro.

Milanovic, economista serbo-estadounidense, especialista, entre otras cosas, en desigualdad económica, economía internacional e instituciones financieras internacionales, analiza en este libro el capitalismo actual, resumiéndolo en dos vertientes: el capitalismo meritocrático liberal, cuyo mayor exponente es Estados Unidos, y el capitalismo político, liderado por China. Ambos subsistemas tienen atractivos para las élites y para mucha otra gente; el político proporciona mayor autonomía a las empresas, pues la burocracia, también llamada administración, es muy eficiente, al estar al servicio del crecimiento económico y no del control de aquellas. Además, promete un mayor incremento de la riqueza, visto el propio de China. El capitalismo meritocrático liberal tiene a su favor la democracia y la ley que, en sí mismos, son dos valores. Pero este economista matiza que la amenaza más grave que tiene este capitalismo liberal es la tendencia que tienen las clases altas a perpetuarse mediante la endogamia, la alta inversión en la propia educación y la transmisión fácil de los activos financieros. De hecho, el autor aboga por un impuesto de sucesiones alto que haga de nivelador social. Ese impuesto que parece que afecta a la clase media y cuya ausencia beneficia, en realidad, a las clases adineradas. La otra grave amenaza para su continuidad es la polarización entre estas capas sociales y el resto de la sociedad.

El sistema económico de China, en la que tenemos puestos los ojos por diversos motivos, es analizado desde una perspectiva histórica y de futuro. Ya no podemos pensar que el capitalismo tiene que estar vinculado necesariamente con la democracia liberal, como en Occidente. La tesis de Branko Milanovic es que el comunismo fue el sistema que permitió la transición entre el feudalismo y el capitalismo, allí donde Occidente había dominado antes. ¿Por qué cayó? El autor da diversos motivos, algunos de sobra conocidos, como fueron la incapacidad para innovar y la corrupción, que socavó la integridad del sistema. El contrato social que lo sustentaba se rompió gracias a ello. Ante la pregunta de si China es capitalista, utilizando la definición de Marx y Weber, concluye que sí, pues el país cumple con los tres requisitos para ser considerado así: tiene medios de producción privados, la mayor parte de los trabajadores son asalariados y las decisiones relativas a la producción y la fijación de precios se toman de modo descentralizado. Las tres características sistémicas del capitalismo político son: la burocracia eficiente, mencionada antes, la ausencia del imperio de la ley y la autonomía del Estado. Claro está que hay contradicciones pues también hay conflicto entre esas características.

Es obvio que la corrupción no es un mal exclusivo del capitalismo político. El apartado que le dedica a la globalización expone claramente las consecuencias de ésta. Algunas las conocemos porque, día a día, no dejamos de recibir noticias que nos deberían desilusionar, de una vez por todas, de lo que creímos que era un avance panhumanístico, el mundo global a nuestro alcance. En primer lugar, la globalización ha hecho posible la corrupción en todo el mundo al facilitar la ocultación de los fondos robados (¿nos suena?) y no podemos olvidar que la corrupción aumenta la desigualdad. El segundo aspecto de la globalización es parecido al anterior, la movilidad. Movilidad de capital y también de mano de obra. Esto incluye mano de obra intercambiable con facilidad. Afirma el autor que el capital emigrante (esto es, inversión en otros países, deslocalización, falta de tributación) hace mucho daño a la sociedad, más que la mano de obra inmigrante. En relación con la movilidad de trabajo, Milanovic habla del trabajo a distancia, tanto local como internacional (el libro se escribió en 2019, no se puede asociar al Covid), que supone un peligro para los derechos laborales, dada la decadencia de los sindicatos y la dificultad que supone organizar una mano de obra tan dispersa para cualquier reivindicación. De cualquier forma, explica que la decadencia de los sindicatos también tiene que ver con la disminución del poder del trabajo frente al poder del capital.

Hay un capítulo que resulta, a mi juicio, inquietante, y es el dedicado a la introducción del capitalismo en la esfera privada. Cuando decimos “esfera privada” estamos también hablando de ética. Según Milanovic, el capitalismo tiene lo que él llama un lado luminoso. Lo explica desde la perspectiva de que, en las sociedades comerciales el éxito (el lucro, claro) depende de agradar a otros. De este modo, ser amable se extiende a cualquier área de nuestro comportamiento, afectando también a la vida cotidiana de la gente, pues ésta está cada vez más mercantilizada. Por otra parte, los individuos pueden trabajar en un sitio y vivir en otro distinto, donde su entorno no interactúa nunca y no puede observarles. Es decir, se puede ser un ciudadano ejemplar donde se vive y no tener escrúpulos donde se trabaja. Esto es lo que él llama “lado tenebroso”, en el que el éxito fomenta el egoísmo y la codicia de las personas. Es revelador, pues lo tenemos a nuestro alrededor, que muchas personas piensen que pueden cometer ilegalidades, pues es obligación de los demás pillarlos y demostrar que así ha sido. El terreno deportivo comercial (también lo llamamos de competición) está lleno de ejemplos. El árbitro debe hacer cumplir las reglas del juego, y los jugadores no tienen por qué actuar conforme a ellas. Podemos hablar del dopaje, etc., nada que ver con el fair play.

Como conclusión y como deseo utópico, Branko Milanovic propone la evolución del capitalismo meritocrático liberal a uno popular. No contempla que evolucione a uno político, por razones culturales obvias. Su afán es que China se fije en África, el continente con una renta inferior pero con una posibilidad de crecimiento muy importante y deje de un lado a Occidente. En el capitalismo popular, todo el mundo tendría partes aproximadamente iguales de renta del capital y de trabajo y la desigualdad no tendería a aumentar. Su propuesta es la utilización de ventajas fiscales para la clase media, educación gratuita y de calidad, inmigración sin reacciones nacionalistas y financiación política exclusivamente pública, para evitar el control político por parte de élites adineradas.

No puedo decir que sea un libro esperanzador y optimista. Sí es en ocasiones sorprendente, pues asigna a aquello que consideramos logros sociales una responsabilidad sobre el aumento de la desigualdad. Es un estudio lleno de datos, sin afán moralizador, sobre la sociedad que tenemos y sobre lo que la amenaza que, en muchos casos, ya se ha convertido en realidad. En cada página, sin mencionarlo, hay situaciones que cada día escuchamos en las noticias. Europa, Estados Unidos, son nuestros referentes y están cambiando, ante nuestra mirada atónita. No queremos observar a China, pero quizá deberíamos pensar qué hacemos día a día para hacernos tan débiles. ¿Cómo será el futuro económico? En realidad, ¿cómo será el futuro?

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