Retruécanos, que pareciera que el tiempo no pasara, como en esa película en la que sale una marmota, y que hasta fuéramos más tontos conforme la sociedad y su tecnología avanzan y se desarrollan.
En mis tiempos, bastaba que cualquier malandrín le fuera al Santo Oficio con algún chisme sin fundamento para que te vieras entre rejas cantando hasta en arameo. Que me lo digan a mí, que por culpa de las envidias me tacharon de hechicera y di con mis huesos en las frías mazmorras y con un látigo en mi pellejo.
Eso sí, quitando a los tragasantos de los inquisidores y sus agentes y algún que otro zote, que en todos lados cuecen habas, todo el mundo sabía que no eran más que maledicencias para conseguir venganza o favores, y que de la acusación, ni asomo. Una excusa para disfrutar de un auto de fe, llegado el caso, y un rezo para que no fuera uno mismo el acusado.
Hoy en día, a dios gracias, ya no hay santos oficios ni la madre que los trajo. Pero basta que cualquier mentecato deje caer la barbaridad más grande en esas llamadas redes sociales y legiones de gaznápiros la creerán a pies juntillas, sin dudar un ápice, como si el mismo Moisés las hubiera bajado del Monte Sinaí escritas por Yahvé en una tabla. Y no contentos solo con eso, petimetres ávidos de reconocimiento y de ser útiles a sus semejantes, lo compartirán viralmente para que la humanidad completa, si así pudiera ser, estuviera al corriente.
A ver, almas de cántaro, desde que el mundo es mundo, ha habido gente de quien nos hemos fiado más y de quien no tanto cuando nos mencionaban cualquier historia, dimes y diretes que nos han parecido coherentes y creíbles y otras que resultaban chocantes por disparatadas o fuera de lugar. Y cuando eso ha ocurrido, hemos tratado de comparar aquello que nos han contado con lo que puedan saber otras gentes; lo que los periodistas de estos siglos modernos llaman contrastar la información.
Hay cuestiones básicas a tener en cuenta. Algunas, de una obviedad extrema: si encontramos una noticia en El Mundo Today o similar, es inventada para caricaturizar la realidad, no nos la creamos; si nos enteramos de un suceso “extraño” el día de los Santos Inocentes, sospechemos. Siempre es aconsejable también tener unas rutinas de seguridad ante cualquier chisme contado como verdad irrefutable: observar la fecha de la información, el medio o persona de donde procede, si se limita a compartirla o se origina ahí (que somos muy dados al me han dicho que dicen…), si se repite en más lugares de manera independiente, si el lenguaje utilizado es correcto o un galimatías sinsentido…
Y es que, por fortuna, al contrario que en mis tiempos, nadie va a terminar en una hoguera por causa de una maledicencia; pero sí puede acabar siendo el hazmerreír de quienes le rodean o, y eso sí duele, víctima de algún fraude que dé con sus cuartos o sus bienes en el bolsillo de otro.
La envidia, la venganza, la querencia por las posesiones ajenas, el trepar a costa de los demás son circunstancias consustanciales al ser humano. Igual que la credulidad y la buena fe. Si en vuestro ser estas dos últimas tienen más peso que las anteriores, sentíos corderos en un prado rodeado de lobos y grabaos a fuego en vuestras cándidas mentes que si os fiáis, os comerán.
Parece que hemos cambiado, pero no; la marmota usa móvil, sí, pero sigue apareciendo cada mañana a comprobar si puede ver su sombra.
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