Embrujo tecnológico, por Leonor Rodríguez "La Camacha"

¿Pero por que se me vendrá a la cabeza este tema ahora? Con lo tranquila que estaba yo pensando en mis cosas, hablando conmigo misma durante horas… y de repente, sin saber cómo ha llegado, tengo mil cosas en la cabeza. Instagram, Facebook, Twiter… y tantas otras que están y no conozco siquiera.
El ser humano es el mismo desde hace miles de años. Nuestras características fisiológicas y mentales no han cambiado. Sin embargo nuestra forma de comunicarnos sí… y claramente a peor. Todos los males que había en el pasado siguen estando, a saber: desinformación, habladurías, escarnio social, intentar quedar bien, ir con la idea que “quede mejor”…  Nada nuevo bajo el sol.
Pero hoy, al contrario que hace décadas, cientos y miles de años, se nos ha colado en nuestros bolsillos una ventana al mundo que, como mínimo y siendo un hada buena, que no es lo que soy, no estamos utilizando bien.
En fin, que cada vez más estamos pendientes de las pantallas y menos del que tenemos al lado. En la sala de espera del médico, por ejemplo, antes estabas callado o charlando sobre nada con cualquier persona que te contaba su historia… y nosotros la nuestra. Hoy día prestamos más importancia a lo que nos pueda decir el móvil, pensamos que es más interesante cualquier noticia del periódico, pensamos que sabemos más por mirar un dato en Google… pero nos equivocamos. ¿Por qué? Porque la persona que tenemos al lado nos puede aportar como mínimo su punto de vista diferente o no al nuestro. ¿Qué no te lo crees? Eso se llama esnob y piensas que lo que digan las redes está bien solo porque lo dice una aplicación de móvil.
Sí, lector, nos engañamos cuando pensamos que por contar nuestras glorias (las miserias las dejamos para los allegados que nos escuchan de viva voz) por redes sociales estamos interesando a nuestros amigos… parece mentira que todavía no hayamos aprendido que los amigos se cuentan con los dedos que tenemos… no con los me gusta, likes o similar que nos pongan en una publicación.
Sí, lector, me jode que cuando estamos ante nuestras familias, si no hay nada que decir en ese momento, se eche la mano al aparatejo que tenemos cerca y busquemos lo que otros pueden decir… ¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!! Calma, cada cosa a su tiempo, en esa reunión también se debe dejar espacio al silencio para que luego venga la tertulia, el intercambio de ideas, de información, que aunque no tenga el mismo rigor que las definiciones del diccionario la Real Academia de la Lengua sí que tengan esa carga emocional del que las está transmitiendo.
Así que si no me haces caso de lo que te voy a decir hazte cargo del conjuro incapacitante que posteriormente diré:
Deja el puto móvil cuando estés hablando cara a cara con alguien o en grupos reducidos.
Deja el puto móvil si no te llaman, o incluso si lo hacen; sabes que le puedes devolver la llamada cuando estés a solas.
Deja el puto móvil para mirar las maravillas que dicen que hacen o tienen otros. Y por supuesto, deja de poner solo tus lados buenos y comparte también los momentos de menos alegría… o mejor… intenta que no sepamos tanto de ti… que, como todos, eres refutable y  prescindible.
Deja el puto móvil para que tu cabeza piense en nada… sí nada… sí nada… la nada existe y es un lugar en el que se tranquiliza uno y se planea el siguiente paso.
Leonor Rodríguez “La Camacha” estará vigilante… para que si alguno de estos preceptos no cumplís caiga sobre vuestro dispositivo un pedrusco y rompa en pedazos las pantallas dejándolos inutilizados y, lo que es peor… sin posibilidad de recuperar las conversaciones de Whatsapp. He dicho.

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