El incómodo feminismo, por Antonio Martínez

El feminismo incomoda. No hay día que algún medio informativo o de opinión no aporte nuevos textos sobre el feminismo, el activismo en post de los derechos de la mujer, de la igualdad efectiva entre hombre y mujer, así como múltiples artículos sobre machismo en todas sus vertientes y tamaños (micro, macro, feminichismo… etc.).
Como acto reflejo inconsciente tendemos a simplificar lo repetitivo, llegando a interiorizar que, en el fondo, todas esas misivas significan lo mismo, son cosa conocida, y con el tiempo llega a cansar tanto mensaje reiterado, perdiendo el interés e incluso menospreciando la causa.
Nos hemos acostumbrado a la violencia y a los asesinatos machistas, volviéndonos inmunes a las cerca de 50 muertes al año de nuestras mujeres que se vienen sufriendo los últimos años.
A pesar del avance en los derechos y la igualdad de la mujer, de las recientes muestras de conciencia social y del movimiento social del colectivo femenino, nuestra sociedad aún siembra rechazo en parte y muestra indiferencia de otra, manifestándose como una causa comprendida pero ajena o distante al hombre en general, y a esa mujer orgullosa de sí misma a la que le ha ido bien la vida y piensa que las mujeres ya lo tienen todo… que no ha lugar a la lucha.
Nos basta decirnos que no somos machistas, que tenemos por igual al otro sexo y que ayudamos en las tareas domésticas y de crianza para contentar nuestras conciencias. Y no basta, pues esta causa tan manida no es de nadie, resulta que es de todos, porque en el fondo se trata de conseguir una sociedad más justa e igual y un mundo equilibrado en el que no se hable de sexos sino de personas.
Reconozcamos que la partida se juega con gran desventaja, pues el tablero lo diseñan los hombres y lo fabrican los hombres, generando un mundo que se mueve por los intereses económicos y sexuales que determinan ellos mismos.
No sólo se trata de alcanzar la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombre y mujer, sino que se debe derrocar la ancestral costumbre de minimizar el papel de la mujer por el simple y suculento hecho de mantener intacto el estatus de la clase hombre y los privilegios que ello conlleva; los cuales, por suerte, con el paso de los años se van reduciendo.
Es necesario que la mujer tome conciencia del poder que supone no sólo ser más de la mitad de la población mundial y lo que su individualidad significa, sino de ser la llave del futuro de la humanidad. Dependemos de nuestras mujeres, de la gestación en sus úteros, para que la vida continúe y eso es algo que algún día nublará de temor a los gobiernos de esta parte dañina de la tierra; es el único poder capaz de conseguir anular la superioridad del hombre que, mediante la intimidación y violencia física, ha mantenido hasta el momento.
Será imposible que nuestras colegas adquieran una presencia numerosa y relevante en todos los ámbitos de decisión si no cuentan con la ayuda de hombres influyentes que se decidan a dar el paso para conseguir un mundo justo. Por nuestra parte, no estaría mal si aportamos nuestro granito de arena teniendo la iniciativa de salir del confort del compadreo de machitos, del espacio virtual infranqueable donde no entra la mujer, de esas costumbres de cosificar al otro sexo, de considerarlas en primer lugar como objeto sexual y después lo demás, cancelando los grupos de whatsup en los que no hay chicas y acaban siendo espacios de sexo compartido…etc.
Por desgracia, estos comportamientos, sin justificarse, se propician por la educación que hemos heredado, la actual sociedad sexualizada y otros factores; pero, como responsables de educar, susceptibles de amar y obligados a compartir, seamos justos y sinceros con las demás.

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