Gracias, Edward Jenner, por Carlos A. Prieto Velasco


“Una mujer fallece al apostar por las 'pseudoterapias' para tratarse un cáncer de mama” (Diario Sur, ed. digital 20-07-2018)
“Unos 3.000 niños de Barcelona están sin vacunar porque sus padres no lo ven necesario” (El Periódico de Cataluña, ed. digital 19-07-2018)
“La homeopatía se venderá en farmacias como medicamento, aunque Sanidad reconoce que no cura” (El País, ed. digital 25-04-2018)
Estos titulares recientes son algunos ejemplos del preocupante avance de las pseudociencias y pseudoterapias que en el imaginario de muchas personas tienen el mismo grado de validez que las Ciencias. Estas pseudociencias o terapias alternativas no son nuevas. Desde tiempos inmemoriales todos conocemos a “sabias”, curanderos, echadores de cartas, astrólogos, tarotistas y otros charlatanes. La novedad ahora es el toque científico que muchas de estas prácticas introducen para legitimarse. Y así tenemos las terapias supuestamente basadas en conocimientos milenarios y filosofías orientales como el reiki, las flores de Bach, el feng-shui, terapias ayurvédicas, etc. Otras se dan una pátina de cientifismo basándose en la alimentación: la dieta alcalina, los “détox”, la ozonoterapia, la medicina ortomolecular, etc. Y por encima de todo, la homeopatía; práctica basada en que dosis mínimas de algunas sustancias son capaces de curar enfermedades. Es especialmente grave que productos homeopáticos se venden en farmacias con autorización de Sanidad. Al no ser medicamentos, aunque se vendan como tales, no tienen el nivel de seguridad y control exigible a un fármaco verdadero.
A pesar de que tenemos el acceso a la mayor cantidad de información de la historia de la humanidad, de que tenemos sistemas públicos de Educación y Sanidad más o menos eficaces; las personas seguimos confiando en estos bulos, sobre todo en momentos de desesperación o cuando la Ciencia no nos ofrece una solución.
De pequeños aprendíamos que el médico rural Edward Jenner descubrió la primera vacuna de la historia. Realmente esto no es exacto. Desde mucho tiempo antes se empleaban técnicas rudimentarias de inmunización: se tomaba pus de las pústulas de enfermos de viruela y se extendía en heridas superficiales de individuos sanos. Con esta técnica no se controlaba en realidad la dosis inoculada, por lo que era capaz de curar pero también podía hacer enfermar.
Analicemos el experimento de Edward Jenner: Jenner, como médico rural, había observado que las mujeres que ordeñaban a las vacas en las explotaciones lecheras no padecían la viruela. Jenner plantea la hipótesis de que la viruela vacuna pasa a los humanos, pero no es mortal. Y lo más importante, al infectarse de viruela vacuna nuestro organismo parecía capaz de desarrollar inmunidad frente a la variedad humana.
Para probar su hipótesis, en 1796 Jenner inocula al hijo de su jardinero con pus extraído de ampollas de una granjera enferma de viruela vacuna. El niño tuvo algo de fiebre y poco más. Después, Jenner le expuso a la viruela humana en dos ocasiones. Siguió este método con veintitrés pacientes más e informó de sus resultados a la Royal Society de Londres.
El gran logro de Jenner no fue la técnica de inoculación sino ser capaz de verificar una hipótesis con experimentos repetitivos y reproducibles. En este caso, la hipótesis de que se puede inmunizar a humanos usando la variedad vacuna, mucho menos virulenta. Esto supuso que se abandonase la técnica anterior de inmunizar aplicando pus de enfermos de viruela.
Y esta es la gran diferencia entre la Ciencia y estas falsas terapias. En la práctica de cualquier Ciencia: i) se plantean hipótesis, ii) se contrasta la hipótesis mediante experimentos reproducibles, y; iii) se comparten y publican los resultados en la comunidad científica.
Es decir, la Ciencia no es dogmática; está sujeta a crítica y discusión. No se basa en teóricas esotéricas sino en un cuerpo de conocimientos que han sido verificados por experimentos y que se amplían con nuevos experimentos. Las pseudociencias son dogmas: o se cree en ellas o no. Para conocer una Ciencia se necesitan años de estudio y aprendizaje; una pseudociencia ofrece respuestas fáciles a problemas muy complejos. Mediante la Ciencia se puede llegar a resolver problemas médicos, técnicos, etc.; las pseudoterapias no tienen ningún efecto positivo, como mucho ejercen cierto efecto placebo.
A pesar de todo, la Ciencia no da todas las respuestas, hay lagunas en el conocimiento. Esto, unido a que todos tenemos un punto irracional que nos invita a creer en los milagros, hace que las terapias falaces sigan presentes y explican los titulares con los que empezaba este artículo. Yo me quedo con la opinión del físico argentino y filósofo de la Ciencia Mario Bunge, “una pseudociencia es un montón de macanas que se vende como ciencia”.
Si crees que estas terapias son perjudiciales para la salud pública y un riesgo para las personas; por favor, difunde: #StopPseudociencias

Comentarios