¿VAR?, por Cipión

El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y las Camachas. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad.

Ay, Berganza, vienes con ganas de hablar de fútbol… El Mundial de Rusia te dejó con malas pulgas porque volvemos a ser esa España ramplona, aburrida, insulsa, que pintaba aquellos lejanos veranos de nuestra adolescencia de Eurocopas y Mundiales de narices rotas y goles que nunca llegaban. Vienes a hablar de fútbol y nuevas tecnologías, como si fueran dos conceptos que tuvieran cabida en la misma frase.
Decía mi vecina que el WhatsApp es un invento del demonio. Pues imagínate el VAR. Qué podemos decir de este puzzle de pantallas y ojos humanos convertido en una suerte de tribunal inquisidor. “El fútbol ya no es lo que era, cuando jugaba Luis Aragonés, Di Stéfano o Cruyff eso sí que era fútbol”, repiten una y otra vez los viejos, y llevan razón porque este fútbol con tantas cámaras y tanta lupa hasta el milímetro pierde su esencia. Se empeñan en poner un videojuego donde teníamos un deporte.
Los defensores del VAR, como tú, hablan de la justicia del fútbol y de robos históricos que se podían haber evitado. El fútbol es pasión, polémica, hoy te toca a ti y mañana a mí, errores, aciertos, conversación de barra de bar… y goles. El fútbol es todo eso y no el mecanismo infalible de un reloj suizo. Aburrido como un partido de ajedrez por la radio, así está el fútbol por culpa del dichoso VAR.
Y ya puestos a entregarnos a la modernidad, prescindamos del árbitro en el campo. ¿Para qué leñes lo queremos estorbando en el campo? Pongámosles a los futbolistas un pinganillo en la oreja y que reciban por ahí las indicaciones del árbitro supertacañón que hablará desde las alturas. Hagamos del fútbol un gran hermano, plagado de espejos con cámaras con un director imponiendo el guión desde el plató. ¿Y qué tal si en el tiempo que tarda el árbitro en repasar en la banda la jugada por la pantalla, abrimos una encuesta en Twitter y que opinen todos los espectadores? Berganza, sería más democrático, dónde vamos a comparar: un campo entero y la gente desde su casa votando desde el móvil si ha sido penalti o no. “Corred, en veinte segundos cerramos nuestras líneas”. 
Y así todo, Berganza, ridículo y absurdo. Como esa imagen de cinco tíos vestidos de árbitros en una sala de ordenadores a cientos de kilómetros del estadio. Ridículo y absurdo este mundo del VAR. Futbolistas hiper controlados en el terreno de juego y, mientras tanto, fuera engañando a Hacienda con los impuestos. Y para eso no hay VAR ni malas pulgas que los parieran…

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