La caverna de la titulitis, por Alicia Galisteo

Todo nos hace indicar que cuando Platón nos hablaba de la caverna y del Mundo de las Ideas reflejaba una realidad social que cada día consumimos creando una verdad o una mal llamada normalidad alrededor de ella.
Las instituciones nos hacen creer día tras día y hora tras hora que la caverna es el mejor sitio donde podemos estar las personas en una sociedad civilizada y si, en algún momento, ves algo de luz allá afuera no te engañes, porque la Ética y la Moral en nuestros días es un mero espejismo.
Hace apenas unos meses salió a la luz el caso del ya famoso NO máster de Cristina Cifuentes. Esto llevó a que las mentiras por parte de la universidad y de la propia presidenta fueran “in crescendo”, tratando a la ciudadanía como simples títeres de sus juegos de poder, porque “ella no se iba, se iba a quedar”. Tras esto compareció en la sede parlamentaria, que debería ser lugar sagrado para cualquier demócrata que se preste, ocasión perfecta para pedir perdón y marcharse de forma honrosa, pero en cambio explicó de qué forma la evaluaron y cómo se desarrolló la presentación de su Trabajo Fin de Máster en unos 15-17 minutos por si los diputados y diputadas no tenían másteres o sus ciudadanos no se han vaciado sus bolsillos para estudiar alguno de ellos asistiendo incluso a clase (gracias por la aclaración, Cristina).
Poco a poco se fueron descubriendo firmas falsificadas, cambios de currículum cada año, y vimos cómo era una realidad política eso de inflar el currículum vitae como si de un globo de helio se tratase. Porque en la caverna nos dicen continuamente que sin títulos no serás nadie en la vida y, evidentemente, no podrás alcanzar puestos de poder para ganar dinero; pero nadie se acuerda de enseñarnos que será el camino más fácil para ser esclavos.
Una vez que la mayoría de la ciudadanía, a pesar de que constantemente nos falten al respeto como seres con una mínima inteligencia, se diese cuenta de que todo era un paripé, sale de nuevo Cristina Cifuentes a decir que renuncia al Máster. Alguien debería aconsejarla y explicarle que no se puede renunciar a algo que no es tuyo porque no te has esforzado lo más mínimo para conseguirlo, te lo han dado por ser una representante política que llevaba detrás unas siglas amigas de esta universidad pública.
Como los tambores de moción de censura sonaban cada vez más fuertes, el lado oscuro de este partido político (para el que siempre “dimitir” será un nombre ruso) se puso en marcha para sacar un vídeo donde se ve a la ya ex presidenta de Madrid robando unas cremas. Vídeo que debió ser eliminado un mes después de su grabación, pero el poder y sus tentáculos consiguieron una copia para obligar a Cristina Cifuentes a dimitir. Eso sí, se presentó ante los medios con un traje blanco impoluto al igual que lo hizo su antecesora en el cargo, Esperanza Aguirre, cuando presentó su dimisión del Ayuntamiento de Madrid. Cuando ya por fin creíamos que la ética nos iba a alumbrar y todo caería como en un juego de naipes, la ex presidenta dice que las cremas saltaron hacia ella y que deja el puesto para que la extrema izquierda no gobierne la Comunidad de Madrid; evidentemente nunca dimitiría por decencia o ética.
En mi última reflexión, me gustaría hacer una petición a los partidos políticos y a las personas que son la cara visible de ellos para que, siguiendo cualquiera de los principios morales de Lichtenberg (filosófico, religioso, humano o el político), iluminen de Ética sus actuaciones públicas, para que la ciudadanía no vea a la universidad pública cómo un instrumento para que los poderosos consigan sin esfuerzo lo que la sociedad le exige, que son títulos, porque parece que la honradez ni se la ve, ni se la espera. ¡Hasta siempre, Mundo de las Ideas!

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