New York, New York, por Óscar Marcos

Conozco a poca gente que no desee ir a Nueva York; yo he querido hacerlo desde la infancia y por fin lo he conseguido junto a un amigo que compartía conmigo el mismo deseo. Fuimos durante la pasada Navidad y por espacio de una semana.
Empezaré diciendo que hay una variedad enorme de cosas que ver y hacer en la primera ciudad de Estados Unidos: aquí haré tan solo una propuesta. Nosotros decidimos alojarnos en Manhattan, la zona céntrica y de los grandes rascacielos.
Llegamos una tarde-noche muy lluviosa al aeropuerto JFK y tomamos un taxi para ir a nuestro hotel. Ciertamente, impresiona ver de lejos el skyline de Manhattan desde Queens, el distrito más grande de la megaciudad, a pesar del caos de tráfico.
Conseguí reservar con antelación y a buen precio alojamiento en el hotel ROW, situado en la 8ª Avenida, en el corazón de la Gran Manzana. Desde allí, y en los días siguientes, hicimos visitas yendo incluso andando a muchos sitios como Central Park, con museos tan grandiosos como el Metropolitan (con una colección de arte universal espléndido) y tan elegantes como el Guggenheim (de arte contemporáneo), y edificios y monumentos como el Rockefeller Center, la Catedral de San Patricio, el Empire State o el Madison Square Garden (pabellón deportivo donde se celebran conciertos y juegan equipos como los Knicks de baloncesto y los Rangers de hockey sobre hielo). Eso sí hay que reservar con mucha anticipación si uno quiere conseguir entradas a buen precio, porque hay mucha demanda y la reventa es legal.
Manhattan es muy grande pero tiene un plano urbano muy regular con calles y avenidas que se cruzan en perpendicular y donde es fácil orientarse por su numeración. Eso hace que algunas zonas puedan visitarse echando el día andando, siempre que se tenga buena disposición para hacerlo; es la mejor manera de hacerse con la esencia de la gran ciudad. Y además, Navidad es una época especial para visitar Nueva York por las decoraciones en los hoteles, los restaurantes, las tiendas y los centros comerciales, pero también por el frío. Destacaría el gran ambiente nocturno de la ciudad, especialmente en la zona de Times Square, siempre llena de gente de un lado a otro con sus numerosos teatros y espectáculos y luces de neón en la zona conocida como Broadway. Si se tiene paciencia y se aguanta el bullicio, merece la pena ver el árbol de Navidad y la pista de hielo del complejo Rockefeller, donde por unos 30 € puede contemplarse desde su azotea una bonita vista nocturna de la ciudad, que es uno de los grandes recuerdos de este viaje.
En los días posteriores al día de Navidad no era raro encontrarse con los árboles (que allí se compran naturales) en la calle junto a los cubos de basura, lo cual debe suponer un verdadero problema para el ayuntamiento de la ciudad.
Es casi de obligado cumplimiento visitar la Estatua de la Libertad, pero si no se cuenta con mucho tiempo ni dinero (es la ciudad más cara del país más rico del mundo) se puede tomar el ferry gratuito que lleva a Staten Island en una media hora, que parte desde la punta sur de Manhattan (accesible desde el metro) y que pasa cerca de la isla donde está la estatua (hay que situarse en la zona derecha del barco para poder verla). Una vez que llegas puedes volver de nuevo, ya que el servicio es continuo.
Es también imprescindible hacer fotos del sur de Manhattan desde el puente de Brooklyn, cogiendo el metro y dejándolo en la primera estación de Brooklyn para luego andar poco menos de cinco minutos: las vistas son grandiosas. Desde allí puedes volver andando por la parte peatonal del mismo puente y acceder a la zona sur de la ciudad (cerca del complejo del World Trade Center o de la Bolsa de valores de Wall Street).

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