La pócima populista, por Leonor Rodríguez "La Camacha"

En este momento me pillan haciendo una pócima milagrosa. Una antigua receta que ya desde siglos atrás se viene utilizando y que cuando falta algún ingrediente indispensable en nuestra sociedad a mí, Leonor Rodríguez “La Camacha”, me gusta preparar. Cierto es que en otras ocasiones preferí darle a la sociedad una solución llamada creencias. Un opio con el que en aquel momento las personas se sintieron tranquilas y calmaron sus ansias de cambio. También elaboré allá en los principios y mediados del siglo pasado un potente elixir que cautivó las mentes y las almas de europeos y orientales pero se me pasó la mano y el ramalazo de bruja se desbocó.
Pero ahora creo que me siento con fuerzas, tengo ganas de jaleo, por ello espero que me salga y obtenga un lustroso, impactante y definitivo populismo.
Los pedidos llegan desde los países más recónditos del mundo pero también de los lugares más cercanos que se puedan imaginar, así que espero hacerla bien. No para que ardan los territorios como antaño, no tengo ganas de echarme a las espaldas más muertos; pero sí para que se mantenga ese status quo que poco a poco se estaba consiguiendo con el poder del pueblo y sus instituciones democráticas.
La receta no tiene mucho de nuevo y para su preparación se deben seguir los siguientes pasos:
● Desde el primer momento hay que “echar la culpa de todo a alguien externo o a quien estuvo antes”. Es fundamental llegar impoluto, sin mancha alguna y, si algo falla, utilizar el mantra una y otra vez: “el error no es por causa mía”.
● Mover continuamente todo con verdades difícilmente refutables. Simplismos que se utilizan machaconamente y que finalmente se acaban creyendo como si fuesen ciertos. Ahora lo llaman posverdad pero en mis tiempos no dejaba de ser hablar de cuestiones menores a las que se le daban más importancia de la debida. Al fin y al cabo es llevarse las ascuas a tu sardina en aquellos temas que más daño le hagan al rival o resaltar aquellos en los que se supone que somos los mejores.
● Parecer que se quiere proteger usando altas dosis de demagogia. Si además se utiliza la vena sentimental, la receta puede alcanzar cotas de perfección.
● Si tenemos problemas con la mezcla podemos hacer “cambios inmediatos” que fracturen la sociedad entre los que están con el pueblo o contra él.
Como componentes de la receta se pueden utilizar varios pero a mí me gusta hacerla solo de uno:
● “Ser la voz del pueblo”. Es primordial, se debe usar sin moderación. A más intención de acabar arriba más se debe repetir qué es lo que el pueblo dicta. No se puede dejar de echar a lo largo de toda la preparación, puesto que es el toque especial que necesitamos. Cualquier dirigente que se precie debe hacer ver que no habla él sino el pueblo que pone en su boca todo aquello que necesita, todo lo que se debe hacer para mejorar la sociedad en la que se vive.
A poco que la mezcla me salga bien obtendré un magnífico resultado, un mejunje que me comprarán los que teniéndolo todo sean insaciables, los que teniendo algo piensen que merecen per se mucho más y los que crean que no tienen nada que perder y se conviertan en antisistemas.
Veremos si con la pócima logro poner a la población dentro de uno de esos sacos y convertir a los populistas en dueños y señores de los lugares en los que digan que hacen cambios para con el paso del tiempo verse que solo dejan desazón, injusticia e involución.

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