Cipión, a favor del doblaje

Querido Berganza, el Cine es mucho más que un medio de entretenimiento. El historiador Eric Hobsbawm interpretaba el cine del siglo XX como el único medio internacional de masas, capaz de llegar a la mayoría de personas; al contrario de la prensa, que quedaba reservada a una élite mucho más pequeña. Así, el cine es un medio capaz de influir en la forma en que las personas perciben, estructuran e interpretan el mundo. Para los humanos, el cine está plenamente ligado a la educación sentimental personal y a la formación de la identidad generacional. Obviamente el cine es un medio dual (audiovisual), una narración en imágenes apoyada en diálogos (guion). Por tanto, el texto tiene un papel fundamental para transmitir plenamente el contenido y mensaje de una película. 
En los inicios del cine sonoro en los años treinta, muchos países optaron por doblar las películas de moda para lograr un control y censura del texto y el mensaje. Como ejemplo, la traducción edulcorada en Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, 1939) cuando Clark Gable suelta su mítico “francamente querida, me importa un bledo”. En el original sería “frankly my dear, I don’t give a damn”, una frase mucho más contundente que su adaptación al español.
La alternativa al doblaje es la versión original, y para hacerlo accesible a todos los públicos, se suele subtitular (V.O.S.). El uso de la V.O.S. supone una contaminación de la imagen, haciendo que el espectador no atienda plenamente a la imagen ni al diálogo. Además, se suele simplificar el texto original, para facilitar la velocidad de lectura; perdiendo riqueza de vocabulario y alterando la comprensión del mensaje. Y, por último, impide que las personas con problemas visuales puedan seguir las películas adecuadamente.
Pero más allá de los aspectos técnicos o los contras de la V.O.S., el doblaje es clave como medio de identificación con los personajes y tramas. Como medio de formación de la identidad, la voz y frases de los personajes son indisolubles de la película misma. Para mi generación, las “lágrimas en la lluvia” de Blade Runner, el “Luke, yo soy tu padre” de Darth Vader, el “alégrame el día” de Harry Callahan o el “Sayonara, baby” de Terminator solo tienen sentido en la voz de Constantino Romero. Para generaciones anteriores, el cine de la edad dorada de Hollywood tiene la voz y las traducciones de Irene Guerrero de Luna (Marlene Dietrich, Claudette Colbert) y de su equipo en Fono España, realizando los mejores doblajes en español, como el de Víctor Orallo en Qué bello es vivir.
Hay doblajes que permiten la adaptación de películas ininteligibles para un público de otras nacionalidades, efectuando una adaptación cultural más que una simple traducción mecánica. Por ejemplo, películas como El Gran Lebowski (de los hermanos Coen) o Ali G anda suelto (del controvertido Sasha Baron Cohen, doblada por GomaEspuma) son muy lejanas a la cultura o mentalidad española, por lo que un correcto doblaje cumple con la función de hacer que la narración llegue al espectador. La adaptación cultural permite incluso mejorar el original, como el doblaje de Austin Powers (por Florentino Fernández) con personajes ya míticos como el Gordo Cabrón inspirado en Jesús Gil, o la versión genial del rap del Dr. Maligno.
En definitiva, el doblaje permite que el público de habla no inglesa se identifique con la trama y los personajes gracias a la adaptación cultural, pudiendo captar matices del texto que se escapan en la V.O. tanto subtitulada como sin subtítulos. Y sin duda, para millones de españoles el Cine solo se entiende en la voz de los maravillosos actores de doblaje que nos permitieron acceder y entender lo mejor de la cultura popular del siglo XX.

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