La televisión que somos, por Alicia Galisteo Alcaide

En la actualidad, se está poniendo cada vez más de moda ir más allá de lo que los demás pueden ver de nosotros, indagar cómo somos y cómo queremos llegar a ser. A esto ayudan las frases motivadoras de Facebook o las diversas historias que leemos cada día en las diferentes redes sociales. Esto no es nada nuevo, ya que hay tres preguntas que se han ido repitiendo a lo largo de la historia: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿hacia dónde vamos?
Estas preguntas, en la actualidad, pueden tener diferentes visiones y respuestas, pero en este artículo quiero reflexionar sobre la influencia que tienen los medios de comunicación y cómo influyen en nuestra socialización, nuestros prejuicios, nuestra cultura y en nuestra conciencia. Así, me centraré en la televisión y en la forma en la que nos socializa.
¿De dónde venimos?
Venimos de una socialización primaria que es de la que se encarga la familia, para después seguir con una socialización secundaria cuando empiezas a relacionarte con otras personas de tu edad con la que compartes juegos, las primeras conversaciones con o sin sentido y con la que empiezas a darte cuenta que no estás solo en el mundo. Pero la socialización secundaria también son los medios de comunicación como la televisión (telediarios, series, programas de entretenimiento…), móviles, ordenadores…
Siempre suelo pensar que la primera vez que me senté delante de un televisor empecé a comprender el mundo, pero también a ser una persona con prejuicios, una persona con empatía hacia lo que ocurría en el resto del mundo que la inocencia me impedía creer. A todo esto, se suma toda la publicidad con sus respectivos mensajes subliminales; por ejemplo, si se ponía una serie de Antena 3 eran una media de 50 anuncios.
¿Quiénes somos?
Los veinteañeros que vemos de cerca los treinta y que en su ADN cultural llevamos los lastres dejados por el abusivo consumo de televisión tenemos estereotipos de las personas, en gran parte por lo que hemos visto en televisión. Ahora recuerdo algunas series de las que he visto como Ana y los 7 o Los Serrano y, más recientemente, El Príncipe, con una diferencia de género muy marcada. Y no sólo series han hecho de la diferencia de género su gran baza y es que, ¿quién no ha jugado a Furor alguna vez y ha hecho quedar muy mal a los hombres con el popurrí?
La sociedad cambia y la televisión se tiene que adaptar a lo que piden los espectadores para que sus ganancias no decaigan, pero éstas siguen unos patrones difíciles de cambiar. En las series mencionadas, las mujeres se ocupan del hogar y de la crianza de los hijos y si trabajan lo hacen en oficios que siempre han ejercido las mujeres (maestras, camareras o niñeras), mientras que los hombres son los que trabajan como ejecutivos o policías, sosteniendo de esta forma la familia. Por otra parte, los protagonistas tienen tórridas historias de amor desde el primer capítulo; ese amor romántico proclamado a los cuatro vientos desde las películas de Walt Disney (sí, el del congelador) y con el que soñamos todas las personas, confundiendo la realidad con la ficción.
¿Hacia dónde vamos?
La sociedad cada vez está más informada por los diferentes y diversos medios de comunicación. Por ejemplo, la televisión en España ha pasado de tener cuatro canales nacionales y uno regional a alcanzar en diez años una veintena de canales nacionales y al menos dos regionales.
Esto significa que los ciudadanos tenemos más oportunidad de elegir lo que queremos ver, cómo lo queremos ver y la inmediatez con la que lo queramos ver, y es que la imposición del Ahora que han traído las redes sociales ha hecho que la televisión se adapte a los nuevos tiempos. Esta reflexión la escribo para crear la conciencia de que somos lo que vemos (y sí, Telecinco y el Grupo Mediaset siguen siendo los líderes de audiencia).

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