Alonso Quijano ha muerto, por Rafael Reyes

En el día de hoy ha entregado a Dios su alma el hidalgo Alonso Quijano. Don Quijote ha muerto. Enfermo por la melancolía de saberse en justa lid vencido y abatido por el pesar de no haber desencantado a su Dulcinea, ha agonizado durante casi seis días, tumbado de largo a largo en un triste lecho. Pegados a la cabecera, su sobrina, el ama, el barbero, el cura, el bachiller Sansón Carrasco y, por supuesto, Sancho, su escudero. Acompasados ayes, llantos lastimeros. De todos con buen tino el pobre hidalgo se ha ido despidiendo. Su última aventura, de la locura a la cordura, sin concesiones ni titubeos. Pues, viendo cómo se apagaba, Sancho emprender nuevas y más grandes gestas, el bachiller andar de bucólicos pastores le han propuesto. Que no hay que dejar escapar la vida cuando aún batallar y cantar al amor se puede. Pero en su claro juicio y recobrado concierto se ha mantenido firme el antaño andante caballero. Que ya no soy don Quijote, que soy Alonso Quijano el Bueno. Y, llamando a un cura y a un escribano, ha puesto en orden su alma, ha dictado testamento. A Sancho, dineros; a la sobrina, hacienda; para el ama cumplida paga y un vestido manda pausado y sereno. Bien se hace ahora en la casa el llorar no tan grueso. Las penas, con pan, son siempre menos. Y en medio de fiebres y desmayos se ha acabado por fin su tiempo.

Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

Reza el acertado epitafio que Sansón Carrasco le ha compuesto. Ya se va Alonso Quijano. Ya deja cabalgar, por siempre libre, a un aguerrido don Quijote. Al encuentro de su sin par doncella, enamorada, grácil y bella. Por los campos de una infinita Mancha. Sobre un Rocinante brioso, las crines al viento. Negro sobre blanco, por las páginas de un libro eterno. Lejos de toda miseria humana. Cerca de los desamparados e ingenuos. Paladín de las causas nobles y perdidas. Azote de malandrines, bribones y necios. Líbranos, Señor, cada día de un mundo sin quijotes nuevos. Sea la sombra del hidalgo la nuestra. Sea su imagen nuestro espejo. En el día de hoy ha recibido cristiana sepultura el hidalgo Alonso Quijano. ¡Viva inmortal don Quijote!

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