Andalucía según Berganza

Querido Cipión, Andalucía ha tenido a lo largo de su historia muchas oportunidades y prácticamente las perdió todas. No aprovechamos el flujo de oro y plata de América, nuestra burguesía no fue capaz de revolucionar la economía y la sociedad, sino que copió lo peor de la aristocracia ancien regime, la incipiente Revolución Industrial parecía que podía salvarnos, pero pasó de largo... La Historia de Andalucía en el siglo XIX presenta momentos de esperanza en los que parecía que una sociedad fundamentalmente atrasada podría romper con su pasado feudal y también presenta grandes decepciones cuando se malograban esos tímidos intentos de progreso.
La clave de Andalucía fue la tierra. A pesar de la abolición de los señoríos que proclaman las Cortes de Cádiz, las sucesivas desamortizaciones o los intentos de liberalizar la economía; la aristocracia siempre supo cooptar a la incipiente burguesía para que básicamente se mantuviera intacto el sistema de propiedad, caciquismo y clientelismo, los pilares del Antiguo Régimen. Los grandes latifundios pervivieron como modo de producción dominante, creando una clase campesina sin acceso a la propiedad y con modo de vida de subsistencia, con nulo poder adquisitivo. Y en consecuencia, ninguna industria veía interesante establecerse en Andalucía, sin clases medias y sin demanda de sus productos y bienes. Y a la vez, nuestra aristocracia-burguesa o burguesía-aristócrata sacando sus excedentes de capital a otros lugares donde fuese lucrativo invertir. Amigo Cipión, este es nuestro punto de partida: sociedad agraria pobre, política de caciques y capital que se llevan hacia el norte.
Si miramos atrás me sorprende dónde estamos hoy. Dos puntos marcan el despegue de Andalucía en los años 60 del pasado siglo: el turismo y la emigración. Es verdad que hoy en día el turismo se ha convertido casi en nuestra única industria. Pero en los años 60 fue un revulsivo económico, y grandes masas de personas dedicadas a la agricultura o la pesca pudieron trasladarse a las costas andaluzas y, al menos tener una fuente de ingresos extra. Igualmente la emigración a Suiza, Alemania o Francia permitió a muchos jóvenes acumular algunos ahorros y aumentar su poder adquisitivo. Una nueva e incipiente clase media se establecía. Con ella se necesitaban servicios públicos y comercios y se reducía la dependencia con respecto a los latifundistas.
Y la libertad. Las nuevas clases medias también necesitaban libertad y autonomía. Tras los cambios socio-económicos llegaron los cambios políticos, la Constitución y el Estatuto de Autonomía. En cuarenta años se ha roto con un sistema económico quasi feudal y con las servidumbres que lo mantenían. Se ha avanzado más en el período democrático que en doscientos años de Historia.
Obviamente no somos Holanda, Dinamarca o Suiza. Pero partíamos con una desventaja de siglos, con un atraso heredado del que nos hemos desembarazado. Nuestra agricultura se ha convertido en industria agro-alimentaria de más valor añadido. Tenemos agricultores sí, pero no siervos de su señor; nuestros servicios hoteleros y turísticos son de primera y ahora los alemanes vienen aquí a operarse, porque nuestro sistema de salud es de gran nivel (a ver si los recortes no lo destruyen). También nuestras comunicaciones e infraestructuras son equiparables al resto de España  y nos permiten competir en muchos ámbitos industriales.
La Historia de Andalucía nos enseña varias lecciones: no hay maldiciones ni destinos ineludibles, hay que ser cuidadoso porque los avances pueden revertirse, se debe desconfiar del poderoso que abusa de su condición, guardémonos de balas y promesas, y miremos al futuro, siempre al futuro.

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