¿Quijotes o Sanchos?

La próxima edición de Otoño 2014 de la revista El Ladrío, que edita la Asociación Cutural El Coloquio de los perros, será la que haga el número 50 de la misma. Todo un evento que merece un tratamiento especial y una celebración. Una de las formas en que se realizará esa conmemoración es a través de esta web, trayendo al recuerdo algunos de los números y artículos más destacados en estos años.
En esta ocasión, lo hacemos a través de Cipión y Berganza, los protagonistas de la novela ejemplar cervantina que da nombre a nuestra asociación, quienes, allá por Primavera 2005, reflexionaban sobre si seguimos siendo más quijotes que sanchos o viceversa.

¿Quijotes...?, por Cipión
En un lugar globalizado de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivían hidalgos, amigo Berganza, de los de móvil en mano, chaquetas de marca, carné de socio del club de polo y bonitos mastines en la puerta de su casa. Y es que no todo ha cambiado, amigo. Alonso Quijano, ese inmortal Quijote, (que media España nunca ha terminado de leer –y esto siendo generoso-, y que medio mundo cree hijo de Isabel la Católica), sigue hoy tan presente como el primer día. Ese primer día de hace cuatrocientos años se instauró una forma de vida no falta de locura. Una forma de interpretar el día a día haciendo llevar la realidad a la irrealidad pero con el trasfondo de intentar mejorarla.
Hoy los molinos no son molinos. Hoy solo existen rascacielos de cemento que albergan dentro grandes gigantes. Y no sé por qué, Berganza, esos gigantes sí que me dan verdaderamente un miedo desmesurado. Hoy los posaderos no dan palizas en la puerta de las ventas, pero sí que dan sablazos en la tarjeta de crédito. Han sustituido las cuadras por aparcamientos subterráneos (toma más cemento). Los genios de pócimas imposibles son brokers financieros especializados en inversiones de investigaciones de alta tecnología marina que buscan soluciones contra el cáncer.
Don Quijote nunca pretendió nada que no fuera la ayuda, lo justo, lo verdaderamente bueno. Quizás un poquito gilipollas y pinturero, pero desinteresado en todos los sentidos. Quizás en eso sea en lo que los quijotes de hoy en día más se parecen a ese loco Alonso Quijano de hace cuatrocientos años: en que ninguno tenía un duro... ¡vamos unos lentejeros de los de gorgojo! Y para colmo, al igual que entonces, el quijote de hoy está rodeado de un curita (se podría decir, al estilo Antonio Burgos, que un cuervo vestido de negro) para alentar una moral transgredida (viva la hipocresía y la doble vara de medir), un barbero a modo de matasanos para el alivio del cuerpo (¡ole las enseñanzas académicas que dan lustre al cuerpo!) y un leguleyo universitario blanquito de color página de libro (estos son, como todos nosotros, los que conocen la vida, ¡pero qué listos y qué de vida que sabemos con 20 años y una carrera!).
Aquellos fantasmas con forma de odres de vino que el “loco” atravesó a base de espadazos no son más que los espejismos de cada letra de la hipoteca, un jefe que por lo normal te mira con mala cara y, por qué no, el cabrón del perro (el mastín de antes) que, como todas las noches, se ha vuelto a mear en el pasillo de la casa (y eso lo limpias tú, bonito). Que digo yo que es para liarse a espadazos. Espadazos con los odres de vino, con el carné de club de polo (mucho verde en el campo que no en los billetes), la factura del móvil y en la pana gastada de la chaqueta que llevas puesta (eso sí, de marca...)Berganza convéncete, hoy en día, yo diría que quijotes no es precisamente lo que faltan.

¿...o Sanchos?, por Berganza
Responderé sin paños calientes... ¡Qué molinos, ni qué gigantes, ni qué rascacielos de cemento, ni qué ocho cuartos...! Si el hombre de hoy mirara algo, más que en el molino se fijaría en la molinera. Además, amigo Cipión, ¿vas a comparar la lozanía de Sancho con la infausta mirada del esquelético Quijano? No, si ahora será que las hamburguesas, las pizzas y demás realas de comida rápida son de esas que llaman light. Te digo una cosa, Cipión, si ya la vida es suficientemente difícil, a qué viene complicarla más de lo que ya es con eso de las quimeras imposibles, la irrealidad de la perfección y la búsqueda de un bien por venir. Que no se pueden tener tantas crisis de dignidad con lo ajeno. Vive bien y no mires con quien, ¿te parece tan difícil?
Según parece, lo que “viste” es ser un nefando simplista, vamos... que, según tú, las chinches como ratas, pero miserias pocas y, eso sí, con estudios. La diferencia y la supremacía del Sancho de hoy con tu Quijote de tres al cuarto es que ni tiene perro (por el contrario tiene un canario que come alpiste, que es más barato, ¿tú tienes perro ni ná?), ni chaqueta de marca ni nada de nada. Eso sí, come las mismas lentejas que tu Alonso, pero al Sancho de hoy parece como si le alimentaran. Sabe que hay lentejas, y tocan lentejas, y mayormente los miércoles (al estilo los Serrano, sí “mayormente”). El Sancho de hoy, conduce un SEAT Ibiza de los antiguos, de esos que sonaban a camión reventado, de color rojo medio descolorido pero que le lleva a todos los lados y que es tan digno como una famélica jaca blanqueada a base de años.
El Sancho de hoy no busca dulcineas imposibles, doncellas de alta alcurnia, ni dibuja en su imaginación que simples mujerucas puedan llegar a serlo. Nuestro Sancho prefiere las muñecas Barriguitas de toda la vida, de esas que venden en el Todo a cien, pero que al final resultan más reales, más fieles y más verdad que el pan y la tierra (como decía el juglar catalán). El Sancho que cada uno de nosotros llevamos marcado a fuego se sigue flagelando por culpa de acabados quijotes que no saben discernir la realidad de la ufana imaginación. Pero con una pequeña diferencia entre el libro del ayer y la vida de hoy; en este presente enmascarado por la ideología del poder y del dinero, Sancho se flagela con la irremediable resignación de que la vida es como es, y eso es lo que hay. Tu Quijote, Cipión, ese del que defiendes supremacías completas y maravillosas, ni tan siquiera puede llegar a saber lo que duele un latigazo (si lo supiese otro gallo cantaría).
No trataré de convencerte, perro amigo, Dios me salve (esto es elongación del sentir de Sancho, que cada uno se tire por el precipicio que mejor le venga en gana). Yo sé que el Sancho del siglo XXI ni tan siquiera puede llegar a sentir supremacía de su forma de ser (más bien le da hasta coraje). Pero ten en cuenta que tu Alonso Quijano era un loco sin una perra gorda (como decían los antiguos), con muchos principios idealistas y que las ideas se las lleva el viento que mueve el molino o simplemente un buen estacazo de un posadero descontento.

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